Tal cual se hubiera tratado del récord de la hora que Miguel Induráin batió en el velódromo de Burdeos en 1994. En la misma semana en la que se cumplieron 20 años de la retirada del campeón navarro, las televisiones francesas no ahorraron en medios, con narrador y especialista, los periódicos enviaron a sus fotógrafos y sus redactores y la pista nacional de Francia, situada en Saint Quentin Yvelines, a media hora de París, se pobló de espectadores que animaban a Robert Marchand, más que ciclista, el deportista, a los 105 años, más longevo del planeta.

Fue todo un acontecimiento en Francia, porque Marchand era el abuelo que todos querrían tener, sin preocuparse de las pastillas, del dolor de huesos, del cansancio y hasta de las ganas de vivir. Nacido en 1911, este venerable anciano estableció el primer récord de la hora ciclista para personas de 105 años. Recorrió durante 60 minutos 22 kilómetros y 547 metros dando 92 vueltas. La verdad es que la marca era lo menos importante. «He ido bien aunque me dolieron los brazos por el reumatismo que padezco», confesó Marchand, de 1,55 metros. Su secreto es una pócima a base de miel que siempre lleva en un bolsillo del maillot cuando sale a pedalear.