Cuando el nuevo consejo de administración llegó al Real Zaragoza, Víctor Muñoz ya estaba allí. El técnico tenía contrato en vigor y, por tanto, no fue elección de los responsables recién llegados, que bastante tenían con los numerosos frentes económicos abiertos, y es bien probable que no hubiera sido su elección. El desencuentro entre el zaragozano y los dueños ha sido constante y continuo en todos estos meses partiendo de la disparidad de criterios que uno y otros tienen de lo que debería ser el funcionamiento de un club.

En las tres etapas en las que Muñoz ha pertenecido al Real Zaragoza fuera del césped --director deportivo a principios de los noventa y técnico del 2004 al 2006 y estos últimos meses-- ha pretendido profesionalizar todas las estructuras del club y ser la persona responsable de la parcela deportiva, junto con un director técnico si su puesto era el banquillo. Víctor Muñoz quería poder tomar las decisiones que afectaran al primer equipo, mientras que el nuevo consejo entiende que el entrenador es un empleado del club y como tal su radio de acción debía ser bastante más limitado.

A partir de esa desavenencia fundamental la relación entre Víctor Muñoz y los responsables del Real Zaragoza ha sido una guerra de guerrillas soterrada durante todo este tiempo. Los encontronazos han sido varios. Para empezar, en el primer amistoso del verano del equipo aragonés, en Teruel y, para terminar, el pasado sábado en Soria. En ambos casos hubo un enfrentamiento directo entre el preparador y alguno de los responsables del club, discusiones de tono elevado en pasillos y vestuario. Entre medio, la guillotina estuvo ya a punto de caer cuando el equipo fue goleado en el Mini Estadi y apeado de la Copa en Albacete. Entonces solo la opinión de Martín González salvó la cabeza del técnico.

MÚLTIPLES FOCOS

Tampoco han gustado en el club algunas, muchas, de las decisiones de Víctor Muñoz, tan testarudo como fiel a sí mismo hasta el final. El entrenador quiso contar con un preparador de porteros, Eduardo Basigalup, y la entidad acabó aceptando la petición, aunque nada convencida de su conveniencia. El caso Bono ha sido otro de los caballos de batalla en las últimas semanas. El club consiguió la cesión del marroquí del Atlético de Madrid y entiende que debe de ser el guardameta titular del Real Zaragoza, mientras Víctor Muñoz ha apostado contra viento y marea por Óscar Whalley.

Las limitaciones impuestas por la LFP a la hora de confeccionar la plantilla condicionaron las decisiones y también acabaron siendo foco de desencuentros. Al poder contar únicamente con 18 fichas profesionales, Víctor Muñoz consideró más conveniente reforzar otras posiciones que no el lateral izquierdo, donde confiaba en Diego Rico, aunque posteriormente, con la Liga ya empezada, ha solicitado otro jugador para ese puesto.

Para completar entrenamientos y convocatorias ha contado con varios jugadores del filial que no han acabado jugando ni aquí ni allá, como Tierno, Sergio Gil, Nieto o David Muñoz. Este último caso está siendo especialmente significativo, ya que empezó la Liga como titular con el primer equipo y después se ha entrenado también con el filial y hasta con el juvenil, además de tener que volver de propio desde Mallorca para completar una convocatoria de la que finalmente se quedó fuera. Desencuentro a desencuentro hasta ayer con el último y definitivo.