Faltaban casi 12 horas para el cierre del mercado. Ranko Popovic ya tenía claro en su comparecencia matinal en la Ciudad Deportiva que no contaría con caras nuevas para afrontar el difícil pero indispensable reto del ascenso. El debate sobre si era más necesario un central, un lateral, un mediapunta o un delantero resultó fútil. La bala de Martín González se quedó en la recámara, quizá para el verano. Habrá que ver en qué anda pensando entonces el Real Zaragoza, hacia dónde va la próxima temporada. De momento, Natxo Insa ha sido la única incorporación del equipo aragonés. En total, 18 hombres con ficha del primer equipo, apoyados en algunos del filial tan importantes como Vallejo, Rico o Whalley, y en otros que ya han tenido minutos como Nieto, Tierno o Diego Suárez.

No hubo manera de convencer a alguien de que abandonara la plantilla en las mismas condiciones en las que lo hizo Carlos Diogo hace pocos días. Solo quedaba la fórmula del despido, pero en el club no se veía con buenos ojos esta opción. Así que decidió ajustarse otra vez a la realidad. Era irremediable. Es lógico en un Zaragoza que vive en tiempos de aridez, que no puede fichar ni cuando quiere. Las estrecheces económicas le condicionan, es obvio, pese a haber abierto una vía tras el acuerdo con Hacienda. Pero hay más, sobre todo los términos que le impone la Liga, que no le permite aumentar ni el número de fichas ni el gasto global en la plantilla del primer equipo.

Al cabo, Insa ha sido el único en reforzar una medular en la que ha perdido protagonismo Galarreta, a quien primero acercó Popovic a la mediapunta y después sentó en el banquillo. Era un fichaje inevitable, sin duda, a la vista del alicaído fútbol del vasco y del desgaste progresivo que va notando Dorca, el hombre ancla de la primera parte de la Liga. La aparición de Basha, escondido tras su fragilidad muscular en la parte inicial de la competición, deja un centro del campo al Zaragoza con menor talento pero mayor dinamismo. Incluso no extrañaría que alguna tarde, si acaso algún rato, se atreviese el entrenador a reunir a Insa junto a los dos hombres que han sostenido la medular en los dos últimos choques, los mismos que mañana tratarán de compactar a su equipo en El Sadar. Como resto de serie queda Lolo, señalado tras aquel horrendo partido en Las Palmas, y Tierno, a quien Popovic ve jugando en el filial.

Arriba, como Tato dijo no, queda lo mismo. Tiene variantes por ahí el Zaragoza, no obstante, aunque aspiraba a contratar un delantero diferente a los que tiene. Willian José tratará de robarle algún minuto a Borja y en la zona de escolta quedan nombres de sobra. Resaltan Jaime y Eldin, dos hombres que pueden moverse por detrás del punta o en cualquiera de las bandas. Para otro trabajo quedan Pedro y Álamo.

Las dificultades llegan atrás, lugar en el que más problemas ha habido a lo largo de la campaña. La defensa sigue en el alambre, se diría que con tres hombres y medio en condiciones. Vallejo repite molestias con cierta asiduidad, Mario dice que sí pero no acaba de arrancar y Rubén continúa en el dique seco. Tampoco hay sustituto directo para los laterales, así que en esa zona es donde más tendría que inventar Popovic si el asunto no mejora. Tiene tres porteros, eso sí. Y no hay más. Con esto le tocará al Zaragoza buscar ese ascenso que necesita tanto su afición como su economía. Con estos hombre lo hará, los hombres de Popovic, la esperanza definitiva del zaragocismo.