Una de las imágenes más conocidas de Aragón por todo el mundo son los imponentes Mallos de Riglos, unos pináculos de conglomerado rojizo con paredes de hasta 200 metros de longitud. En el Pisón, el Huevo, Firé o la Visera se labraron las primera grandes gestas de la escalada aragonesa encabezada por Pepe Díaz, Ángel López Cintero, Alberto Rabadá, Ernesto Navarro, José Antonio Bescós, Rafael Montaner o Julián Vicente, un puñado de jóvenes vinculados a Montañeros de Aragón.

Este fin de semana un grupo de escaladores de todas las edades se volverá a unir en estas maravillosas montañas del Reino de los Mallos. Pertenecen a Aragón y al Club Alpino Francés de Pau, que organiza el evento. Uno de los impulsores de esta iniciativa es Quique Gracia, un socio desde su nacimiento de Montañeros de Aragón. «Esto ya viene de lejos. En el año 2004 se hicieron unos intercambios entre escaladores aragoneses y de la localidad francesa de Pau. Bernard Garcés se puso en contacto con Montañeros de Aragón. Yo era entonces responsable de escalada».

Había unas subvenciones del Departamento de Aquitania y del Gobierno de Aragón para realizar intercambios. «Hasta ese momento no conocíamos a Garcés y habló con nosotros porque éramos uno de los clubs más conocidos de Aragón. Los franceses acudieron a Riglos, Morata de Jalón, Vadiello y Jaraba. Nosotros, a la pared del Chemin de la Mature, Arguidel y al Midi d’Ossau. Fuimos a esos encuentros Juan Corcuera, Mikel Silván, Pedro Salaverría y un Manu Córdova muy joven durante varios fines de semana». En esos encuentros se llegaron a juntar medio centenar de escaladores de ambos países. «Pero los encuentros se fueron perdiendo con el tiempo. Y es por ello que se vuelven a organizar un poco para realizar un homenaje a Bernard Garcés. Trabajaba en la Cámara de Comercio de Pau y era una especie de relaciones públicas. Estaba muy metido en la política y en los clubs deportivos», dice Gracia.

El año pasado falleció Bernard Garcés. «Llegó a ser presidente del CAF de Pau y estaba recién jubilado. Era un todoterreno. Pero en el 2017 falleció por un infarto después de escalar en la zona de Cauterets». La idea de realizar este encuentro-homenaje partió de los escaladores franceses. «Se pusieron en contacto con la territorial y los coordinadores son Luis Masgrau, el presidente y David Castillo, el director técnico. De Aragón irá el Centro de Tecnificación de Alpinismo de Manu Córdova, entre otros participantes», dice Gracia, que ahora es el vocal de escalada de la territorial.

El centro neurálgico durante este fin de semana será el refugio de Riglos. «Consistirá en mezclar cordadas entre un aragonés con un francés, como se hacía en aquellos tiempos. En total, estaremos casi medio centenar. En Francia la cultura de la escalada está más implantada y puedes encontrar desde un niño de 14 años a un veterano de más de 60. Quedaremos a las diez de la mañana en Riglos. El homenaje consistirá en escalar, porque era lo que se hacía en tiempos», dice.

Las escaladas se centrarán en varios mallos. «Los más jóvenes irán a las paredes más pequeñas como la Aguja Roja o el Mallo Colorado. Los escaladores más experimentados irán a los mallos principales. Yo elegiré sobre la marcha. A principios de esta semana estuve en Riglos y escalé con Fernanda Soria en la Visera la ruta clásica denominada la Fiesta del Bíceps», apunta Gracia.

Lo más característico de Riglos es su roca de conglomerado. «Las presas son bolos, como cantos rodados que sobresalen de la pared pegados con cemento. Parece que se van a romper, pero es firme. Es el reino del vacío. Escalas con unas presas muy gordas y te separas mucho de la vertical de la pared. En la Visera hay 200 metros de pared. Allí tiras una cuerda en vertical y te puedes separar de la base 20 metros. El grado de dificultad técnico no es muy grande al haber siempre presas. El mayor grado es de 7b+ en la Visera».

Gracia explica que ahora hay un problema en Riglos. «Se están sobre equipando las vías clásicas y se les rebaja la dificultad para que suba un gran número de gente. Se meten más seguros para quitarle riesgo a la escalada. Se asemeja a una vía ferrata. Las vías no deberían ser una ristra de chapas de metal. La gente se tiene que adaptar a la roca y no al revés», concluye.