De Segunda a Primera han ascendido el Huesca, un equipo con entrenador nuevo desde el verano pasado, el Rayo, que mantuvo al técnico de la campaña anterior y el Valladolid, que se coló por una rendija de última hora con Sergio González en el banquillo, en el que se sentó a mitad de abril como relevo de Sampedro con la Liga ya en la recta final y su equipo con el rumbo extraviado. A Primera División se puede llegar por diferentes caminos. Ninguno garantiza el éxito, ninguno es sentencia firme para el fracaso. El que ha elegido el Real Zaragoza desde que Lalo Arantegui se hizo cargo de la dirección deportiva tiene unos trazos gruesos muy visibles: serenidad en las decisiones, muchos hombres y pocos nombres, apuestas y continuidad.

La abrupta salida de Natxo González ha obligado a Arantegui a buscar un nuevo entrenador. Ayer empezó la era de Imanol Idiakez en el Real Zaragoza, el capitán sobre el que recaerá la tarea de dar un impulso definitivo a un proyecto que ya tiene meses de madurez y kilómetros de experiencia. Idiakez dirigirá un grupo de futbolistas que continuará en su mayoría de la temporada pasada y sobre el que quedan dos incógnitas principales que despejar: el nombre del inquilino de la portería (Cristian Álvarez tiene contrato en vigor y una oferta de renovación con una ficha mejorada y atractiva) y el rendimiento del sucesor de Borja Iglesias en punta. Marc Gual es prioridad.

El perfil profesional de Idiakez es similar al de Natxo González: técnico hecho a sí mismo, equipo a equipo, casi siempre lejos del glamour del fútbol profesional y con muy buena prensa entre todos los que han coincidido con él. Lalo le ha dado la oportunidad de visibilizar su trabajo oscuro de tantos años ante grandes focos. El desafío que afronta es gigante, de necesidad, desgaste alto y responsabilidad tremenda: subir al Zaragoza a Primera.