El Real Zaragoza se limitó ayer a respaldar en su totalidad las declaraciones de Manolo Jiménez tras el partido ante el Valencia y esta vez no hubo declaración institucional del presidente, Fernando Molinos, al respecto. Tampoco sirven de mucho, la verdad. Ni eso, ni la protesta formal, que ya se hizo tras el choque ante el Levante. La indignación del entrenador, de la plantilla y del zaragocismo con el arbitraje de Del Cerro Grande es absoluta, porque el colegiado madrileño escribió sin duda la página más negra de una colección que al Zaragoza ya le está costando demasiados puntos. Como mínimo, para estar en una situación más tranquila y no en una posición de ahogo que la victoria del Celta supuso ayer, ya que la renta con el descenso pasa a ser de dos puntos.

Jiménez se ha ido mordiendo la lengua a lo largo de la Liga, a veces dejando entrever el enfado, otras utilizando la excusa del error humano, aunque ya en Pamplona hace ocho días elevó la voz por Velasco Carballo. "Nos ha frenado drásticamente con las tarjetas", dijo, además de quejarse de que Flaño no viera la roja por derribar a Bienvenu cuando se iba hacia el gol. Sin embargo, el sábado el técnico explotó, porque la del Valencia fue la más sangrante, con tres errores claros que aumentan la sensación en el zaragocismo de que la Liga y la federación, a través de los árbitros, se están cobrando facturas del pasado con Agapito Iglesias.

"Ya van mucho puntos y ya está bien de ese miedo de que si hablas es peor porque te van a perjudicar. ¿Pero más aún? Esto es increíble", dijo el técnico después de un arbitraje sibilino del colegiado Del Cerro Grande en el reparto de las tarjetas y con hasta tres decisiones letales. No expulsar a Víctor Ruiz en el penalti a Postiga --encima la amarilla fue para Ricardo Costa--, no señalar el fuera de juego de Soldado en el primer gol che y, sobre todo, anular un tanto de Postiga por falta de Loovens a Alves que solo él vio.

DESDE EL GETAFE

La lista global es ya muy amplia. Es difícil contabilizar los puntos que le faltan por esas decisiones, porque en esa apreciación hay un poso de subjetividad, pero la sensación de que la balanza por el perjuicio arbitral está muy inclinada es clarísima. Indudable. La colección la inicia Muñiz Fernández, ante el Getafe, cuando expulsó a Álvaro --antes lo había hecho con Romaric-- por un penalti más que dudoso sobre Pedro León que Diego Castro transformó en el 0-1 definitivo. "Ojalá tengamos arbitrajes tan valientes fuera de casa como éste", dijo Molinos entonces.

Estrada Fernández anuló un gol legal en el Bernabéu a Postiga, que habría supuesto el 2-1 y terminó de liquidar al Zaragoza, aunque no fue tan decisivo como Iglesias Villanueva frente al Levante. O Nacho, como le llamó JIM, técnico granota. Nacho no vio el codazo de Navarro a Sapunaru que era penalti y expulsión, ni varias manos en el área, la última y en el descuento, de Juanfran, muy clara. El Zaragoza perdió por 0-1. "Fue un arbitraje muy negativo", afirmó Molinos ese día.

José Antonio Teixeira Vitienes, ante el Betis, no fue dañino durante el partido, pero sí después con una roja a Álvaro por un menosprecio que el jugador aseguró que no había hecho y que le costó dos partidos. También el acta se ensañó con Luis Carlos Cuartero, consejero del club.

Los malos arbitrajes se han multiplicado en las últimas semanas. Por ejemplo, la dudosa expulsión de Pérez Montero a Sapunaru ante el Espanyol, pero sobre todo el penalti por mano de Paredes que el linier de Álvarez Izquierdo, Barranco Trejo, para más señas, se inventó en La Rosaleda ante el Málaga cuando el Zaragoza ganaba. "Estas decisiones nos han podido costar cuatro o cinco puntos. Que no nos den, pero que no nos quiten", aseveró Molinos al regreso de Málaga.

Pero el contador del presidente ha aumentado más aún. En Pamplona Velasco Carballo no quiso expulsar a Flaño por derribar a Bienvenu, que enfilaba ya portería, y solo le mostró la amarilla. Osasuna iba ganando, pero hubiera tenido que jugar desde el minuto 28 con uno menos. Y después llegó lo del sábado para que la indignación del zaragocismo crezca y llegue a niveles casi extremos. "Sabemos que en un terreno de juego se cometen errores, quizás yo sea el que más me equivoque, pero llevamos muchos de ellos acordándonos del mismo", dijo Movilla en su Twitter. Sí, recordando a esos señores de negro. Del Cerro Grande fue la gota que colmó el vaso.