La segunda entrega del informe McLaren, hecha pública ayer en Londres, no solo ha reforzado las conclusiones del primer capítulo, desvelado el pasado 18 de julio (en vísperas de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro disputados el pasado verano), sino que ha reforzado la teoría de un dopaje sistemático de Estado practicado por Rusia en los años comprendidos entre el 2011 y el 2015, incluyendo los Juegos celebrados en territorio ruso en el 2014, en Sochi, donde los deportistas locales gozaron de total impunidad en el uso de sustancias prohibidas. Cualquier rastro de positivo era liquidado o bien se cambiaban las muestras por otras limpias facilitadas previamente por los propios deportistas.

El jurista canadiense Richard McLaren fue encargado por la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) de elaborar un informe a raíz de unas revelaciones del antiguo director del laboratorio antidopaje de Moscú, Grigory Rodchenkov, ahora exiliado en EEUU. En la primera entrega concluyó que los laboratorios de Moscú y Sochi encubrieron el uso de sustancias prohibidas y manipularon los resultados de los análisis de sus deportistas en los Juegos de Sochi. En el capítulo que salió a la luz pública ayer, McLaren concluye que el Estado ruso también empleó este sistema en los Juegos de Londres 2012 y en los Mundiales de atletismo de Moscu 2013, entre otros grandes acontecimientos deportivos a nivel mundial.

«Podemos confirmar lo que anunciamos en el primer informe: existió un encubrimiento que comenzó en el 2011 y que se mantuvo hasta después de los Juegos de Invierno de Sochi. Un encubrimiento que evolucionó hasta unos niveles sin precedentes», aseguró ayer el catedrático canadiense.

La conspiración tiene todos los componentes para ser considerado un asunto de Estado. En su informe, McLaren habla de una «conspiración institucional» en la que estarían involucrados el ministerio de Deporte, la Agencia Antidopaje Rusa (Rusada), el CSP (Centro de Entrenamiento de los Equipos Nacionales), los laboratorios de Moscú y Sochi y incluso los servicios secretos (FSB).

GRANDES CIFRAS

Según las cifras desveladas ayer, más de 1.000 deportistas rusos de 30 deportes (entre ellos el fútbol) se beneficiaron de manipulaciones para esconder sus análisis positivos durante cuatro años. Entre otras trampas, se apunta que más de 500 controles positivos se hicieron pasar por negativos, en «un encubrimiento que evolucionó hasta unos niveles sin precedentes» y cuya extensión «probablemente no podrá ser nunca plenamente establecida».

Las conclusiones de julio hicieron que más de 100 deportistas rusos (entre ellos la mayoría de especialistas de atletismo y halterofilia) no pudieran participar en los Juegos de Río de Janeiro. Las de ahora tienen una consecuencias imprevisibles, a pesar de la persistente negativa de las autoridades rusas a admitir este llamado dopaje de Estado.

Según McLaren, «el deseo de ganar medallas sustituyó su moral colectiva, su límite ético y los valores olímpicos del juego limpio», y la actitud del deporte ruso ha hecho que «durante años las competiciones internacionales hayan sido manipuladas por los rusos. Entrenadores y deportistas han competido en condiciones desiguales. Los amantes del deporte tienen derecho a sentirse decepcionados».

La reacción en Rusia no se hizo esperar. Así, el Ministerio de Deportes de Rusia negó la existencia de un sistema de dopaje de Estado en este país, pero a renglón seguido prometió que investigará las denuncias del informe McLaren. «El Ministerio de Deportes afirma con toda responsabilidad que no existe un programa estatal de promoción del dopaje en el deporte y que continuará la lucha contra el dopaje desde unas posiciones de tolerancia cero», señaló el ministerio en una nota oficial. En ella, recuerda que, entre otras cosas, adoptó medidas legales como una ley que estipula penas de cárcel por promover el dopaje y creó una comisión independiente antidopaje encabezada por el miembro más veterano del COI, Vitali Smirnov.