Una palabra. Una sola palabra. Y de apenas dos letras. Pero en la voz de Andrés Iniesta, tipo silencioso por naturaleza, sonó con el estruendo de un terremoto, cuya onda sísmica sacudió las estructuras del Barça de arriba a abajo. Volvía él de Liechtenstein tras jugar los 90 minutos con la selección española (acabó siendo el capitán) cuando en el aeropuerto de Barcelona le perseguían los periodistas para saber si lo que había dicho el presidente Josep Maria Bartomeu («hay un principio de acuerdo para la renovación de Andrés») era cierto. «No», respondió el también capitán azulgrana mientras se subía al coche, camino de casa, consciente de la fuerza de su voz.

Un simple monosílabo que desató otro incendio en un club con permanente olor a quemado este verano tras la inesperada marcha de Neymar («nos creímos demasiado a él y a su padre», confesó en tono de autocrítica Bartomeu), la desconcertante y confusa planificación deportiva y las distintas versiones sobre la foto y la firma de Messi que no se ve.

Llegó Iniesta de su periplo con La Roja, feliz por verse rodeado en el césped de centrocampistas como siempre había estado en el Camp Nou, cuando tuvo que hablar. En realidad, no habló pero dos letras fueron más que suficientes para agitar al Barça, al comprobar, por si alguien no lo sabía aún, que su capitán tampoco ha renovado. Messi no posa con Bartomeu («ya ha firmado y la foto será en breve») rubricando el nuevo acuerdo alcanzado hasta el 2021, elevándose y no sustancialmente su cláusula de rescisión: pasará de los 250 millones de euros actuales a 300.

Pero, al menos, el club azulgrana tiene tres documentos firmados de la familia Messi (dos por su padre y uno por su hermano y el presidente de la fundación de la estrella). En el caso de Andrés, nada. Ni existe «principio de acuerdo» ni rúbrica alguna. Mientras se acerca el final de su vinculación contractual (acaba el 30 de junio del 2018), pocas novedades se han registrado. En marzo pasado, el capitán ya dejó claras sus intenciones, mientras aguardaba que la junta, o Bartomeu, se pusiera en marcha con su carpeta, arrinconada ante algunas más urgentes. «Nunca estaré aquí por estar, eso está más que claro», advirtió a todos. Por lo visto ese mensaje no llegó a las oficinas del Barcelona.