Lleva Xabi Irureta en el ojo del huracán casi desde que llegó a La Romareda en julio, pero, a día de hoy, ni al jugador ni a su representante se les ha dicho que debe buscarse una salida en este mercado de enero. Ya intuyen en el club que esa despedida ahora no sería sencilla, a la hora de buscar un acomodo al guardameta, aunque si existe la más mínima posibilidad sería muy bien recibida en las oficinas de la entidad. Y es que liberar el salario de Irureta sería una baza importante en este enero, aunque también exigiría el fichaje de otro arquero.

El caso es que al meta no se le han dado ni indicios de que vaya a salir y lo que sí sabe con total certeza es que tiene la confianza de Raúl Agné con respecto a su competidor, con Álvaro Ratón. El técnico no tiene dudas entre ambos. No solo en las declaraciones públicas. «Irureta jugará salvo que se rompa una pierna», dijo el pasado jueves, antes de viajar a Tenerife. Una gripe con fiebre fue lo que se lo impidió, aunque en principio ya la ha superado y hoy debería ya entrenarse con sus compañeros en la vuelta al trabajo. Pero es que el técnico también demuestra esa confianza en sus actos. Antes del partido ante el Girona Irureta estuvo enfermo con gastroenteritis y se le pidió de forma expresa que intentara jugar en ese choque vital con el conjunto catalán, lo que hizo.

Se admite en el entorno del portero que la temporada no está marchando como se esperaba cuando firmó por dos años en el verano pasado. Ha sido titular en un total de 13 jornadas y ha encajado 20 dianas, por las 10 en ocho citas ligueras que lleva Ratón. Al portero, nacido en Berriatua, un pueblo vizcaíno de apenas 1.000 habitantes, le está costando aclimatarse a su primera experiencia fuera de su entorno habitual. Hasta ahora había jugado en el Real Unión y, durante nueve temporadas, en el Eibar, equipo con el que logró un ascenso en la 13-14 para ser el Zamora de la categoría.

Tras acabar contrato en el club armero, donde la temporada pasada jugó solo 4 partidos, el meta llegó a Zaragoza y desde el primer partido de Liga ha acumulado más sombras que luces, con varios errores gruesos que le pusieron en el foco de la afición y de Milla, que antes de irse ya había solicitado fichar un guardameta. De hecho, entonces, en octubre, el representante del arquero habló con el club y se le transmitió la idea de que iba a seguir, que se contaba con él. El que cayó fue poco después el entrenador turolense, que relegó a Irureta a la suplencia en su último partido, ante el Valladolid.

El volantazo de Agné

Agné mantuvo ese estatus final establecido por Milla a su llegada, con Ratón bajo los palos e Irureta en el banquillo, pero al no parar la sangría de goles se planteó un cambio que hizo efectivo tras la debacle en Cádiz. Aunque el gallego no fue responsable de ninguno de los goles cadistas, el técnico de Mequinenza dio otro volantazo a la portería ante el Oviedo, decidiéndose por la mayor experiencia y carácter de Irureta, que jugó ante los oviedistas, en Vallecas y contra el Girona.

El error en el primer gol del conjunto catalán, donde Irureta se quedó protestando la acción del remate de Fran Sandaza, reabrió el debate y puso de nuevo el foco sobre el portero, que al margen de que se haya adaptado mejor o peor a la ciudad y a su nueva realidad, sí se siente cómodo y a gusto en el Zaragoza. Otra cosa es que la entidad no valore que una salida, dadas las circunstancias, no sería lo mejor. Lo hace. Pero, contando con el poco margen que existe, no se ve factible, aunque sí deseable.