--Pasan los años y sigue siendo el Chucho. ¿De dónde salió el apelativo?

--Empezó en el Madrid. En mi tierra, en Arnedo, me llamaban y me siguen llamando Chuchi, que viene de Jesús. Cuando fui al Madrid pasaron de Chuchi a Chucho sin querer y se me quedó. No fue nada peyorativo, simplemente una derivación.

--¿No le gustaba?

--Me da igual. Casi todo el mundo me conoce como Chucho Solana y a mí me parece bien.

--¿Llegó al Real Madrid directamente desde el Arnedo?

--Sí. Yo tenía 15 años y me avisaron de que iban a ir a verme un par de partidos. Creo que fue un tal Iznata, un exjugador del Madrid. Y luego me llamaron.

--¿Ya jugaba de lateral?

--No. Jugaba en el centro del campo. Era el menos malo (risas). Bueno, lo normal entonces, que al que destacaba un poco lo ponían en medio.

--¿Cómo asumió el cambio de pasar de jugar con los amigos a estar en el Madrid?

--A mí lo que más me impresionaba era entrenar con el primer equipo y entrar a su vestuario. Por lo demás, nada que ver con lo que tienen ahora. Vivíamos en una pensión en la calle Atocha. Allí estaba con Pardeza, Chendo, Ochotorena, Santi Aragón... El cambio, claro, fue importante. También se notaba mucho el peso de la gente veterana que había en el vestuario, que ponían mucho sentimiento en el fútbol y en el Madrid. Entonces no era un club tan universal como ahora, pero tenía ya un encanto especial.

--¿Esos años le marcaron?

--Claro, te marcan muchísimo. Allí estuve solo desde los 16 años y me tuve que buscar las habichuelas. Pasé los buenos y los malos momentos solo. Ahí te haces duro, maduras antes de lo que debieras, y te marcan las conductas y los reglamentos de la institución. Los que estuvimos en aquella época creo que aún mantenemos esos valores. Ahora la sociedad ha cambiado, los jugadores han cambiado, los jóvenes son distintos...

--No le tocó mal equipo.

--(risas) No, no. La verdad es que he tenido suerte en mi carrera deportiva. Me tocaron los años de la Quinta del Buitre, que ganamos cinco Ligas seguidas, y luego fíjese qué Zaragoza.

--Se puede decir que era un secundario, pero tuvo bastante participación durante esos años (128 partidos).

--Sí, pero me arrepiento de no haberlo disfrutado más. Veíamos tan normal ganar casi todos los partidos que no nos dábamos cuenta. Hicimos el récord de goles con Toshack y fueron años de disfrutar del fútbol, aunque no ganamos el dinero que se ganó más tarde. Nos quedó la espinita de la Copa de Europa.

--Después se le abrió el camino al Zaragoza, que marcó definitivamente su carrera y su vida.

--Estuve nueve temporadas en el primer equipo y en esta ciudad sigo. Me fui porque en el Madrid se intuía que iban a hacer una revolución y no quería que me utilizasen en algún intercambio con fichajes. Tuve una opción de ir al Sevilla, pero Espárrago quería que jugase por delante de la defensa y yo no lo veía. Entonces me llamó Miguel Pardeza, que estaba jugando aquí, y me dijo que el Zaragoza estaba interesado en mí. El equipo estaba en la promoción y les dije que les esperaría hasta ver si se salvaba. A mí me gustaba la ciudad, amable y acogedora, me gustaba La Romareda y el club tenía prestigio, así que al final me vine.

--¿Cómo fue ese cambio?

--Como decía Kipling, hay que saber andar con el pueblo y marchar junto a reyes. Yo me adapté enseguida a Zaragoza, al club, a la ciudad. La gran diferencia, además de ser un club más pequeño, eran los arbitrajes. Es lo que más se nota cuando dejas el Madrid, que impone un poco.

--Empezó jugando de lateral derecho, pero la lesión de Esteban marcó su carrera, la de Belsué e incluso el Zaragoza campeón que estaba por llegar.

--Sí. El equipo cambió un poco su forma de jugar y se quedó esa defensa inamovible.

--Dice que en el Madrid no disfrutó lo que debería. ¿En el Zaragoza percibió lo que estaban haciendo?

--Bueno, yo me daba cuenta de que se estaban incorporando hombres con un gusto futbolístico especial, como Esnáider, Aragón, Juanmi... Eran jugadores que conocía del Madrid y que entendíamos todos un poco el fútbol de la misma manera.

--¿Cuándo empezó a oler el éxito?

--Empezamos a ganar los partidos en La Romareda muy fácil. Éramos muy superiores y a los 20 o 25 minutos ya íbamos 2-0. Disfrutábamos también jugando y eso hizo crecer mucho al equipo. Las relaciones personales eran muy buenas, además, entre todos. Con Gustavo (Poyet) o con Darío (Franco) quedábamos mucho a comer, íbamos a sus casas, venían a las nuestras...

--Y logró tener un papel fundamental en el equipo. A veces parecía el jefe de la defensa desde la izquierda.

--En ese equipo era difícil que hubiese estrellas. Claro, los delanteros se llevaban la pasta y nosotros, las broncas (risas). Yo sabía que Alberto era más ofensivo y mi papel fue un poco más de resguardo.

--"Ha sido el 6..." fue una de las acciones más famosas del fútbol español. Pero no fue el 6, fue el 3, o sea Solana.

--Sí, no se nos olvidará nunca. Fue tras un córner, que Couto me empujó por detrás y cuando se iba le di una especie de colleja en la cabeza. Él se dejó caer y vino todo el lío. Luego yo les escuchaba hablar en la banda al linier y el árbitro diciendo que había sido el 6, pero me callaba, claro. Cuando expulsó a Xavi, fui a Rafa y le dije: "No lo has podido ver porque he sido yo". Ahí quedó eso. Él no contestó y ya nunca se ha removido.

--Aún anda por ahí Rafa Guerrero impartiendo clases de arbitraje.

--Ya, en La Sexta. Bueno, en ese momento se sintió protagonista. Digamos que a los linieres no se les daba mucha importancia y al final se ha posicionado bien.

--Dejó el fútbol con tristeza por el trato del club. ¿También porque pensó que le quedaban años?

--Lo único que yo le pedí al club es que me dijeran si me iban a renovar, solo para poder despedirme de la afición. No lo hicieron, y tampoco pude despedirme en el campo.

--Su despedida, sin embargo, sentado en la grada entre el público, fue muy bonita. Ese aplauso espontáneo de su afición puesta en pie estuvo lleno de sinceridad y gratitud.

--Fue muy emocionante. Me hubiese gustado poder agradecérselo a todos, que se hubiese hecho de otra manera, pero ya se sabe que en este club las cosas no son como uno quiere.

--Esa ovación natural pareció más un homenaje a la persona que al futbolista.

--Es un poco por los valores que te transmiten desde pequeño. Yo siempre intenté anteponer el interés del club al personal. A Víctor le dije más de una vez que no me pusiese porque no me encontraba bien. "Veo el balón cuadrado", le decía. Y así era. Hay momentos que te sale todo mal. También tuve opciones de irme, pero antepuse quedarme a ganar más dinero. Es una suma de cosas que yo creo que la gente percibe. También la afición valora a los jugadores que se apegan a la tierra y se hacen referentes.

--Además de las finales, ¿con qué partido se queda de los que jugó con la camiseta del Zaragoza?

--El de Stamford Bridge, de semifinales de la Recopa, fue muy especial, sobre todo por lo que significó. Lo pasamos mal. Creíamos que íbamos a pasar fácil y nos costó. Pero esa Recopa fue muy bonita, el partido del Feyenoord en La Romareda también es inolvidable. De aquellos partidos con La Romareda llena puedes elegir el que quieras.

--A ese equipo le acompañaba un aura que pocas veces se ha visto.

--La verdad es que todo lo que nos rodeaba era positivo. Siempre llevábamos una corriente a favor y todo nos salía bien. La gente veía que podíamos y el equipo rendía muy bien.

--Pese a no pisar casi el área rival, marcó ocho goles con el Zaragoza. ¿Se acuerda de alguno?

--Hace poco colgó alguien en el facebook uno al Valladolid. Otro recuerdo al Tenerife que me la picó Santi por encima y me dejó solo y... ahora mismo ninguno más ¡Tampoco creía que había metido tantos! (carcajada).

--Tras retirarse, volvió a los dos años como segundo entrenador de Chechu Rojo, mandando a algunos excompañeros y amigos.

--Sí. Es complicado el cambio de roles, pero lo llevamos bien y estuvimos cerca de ganar la Liga. Tampoco yo había sido conflictivo con los compañeros.

--¿Aún le reconoce la gente cuando se monta en el tranvía?

--Lo que más ocurre es que los padres les dicen a los hijos: "Mira, este ganó la Recopa con el Zaragoza". O también: "Yo estuve en París". Pero los clubs han perdido conexión con la calle con tanta compraventa de jugadores. No hay tiempo para que la gente se identifique con sus jugadores.

--¿Qué percibió en esos años que preceden a la gran depresión?

--Hubo un salto importante que fue el que mató al Zaragoza, cuando se quiso ser un grande teniendo unos cimientos de barro. Se fichaba por millones de euros y se pagaban fichas de millones de euros. Eso es impensable en el Zaragoza, no se puede mantener. Así que el club se endeudó muchísimo y no se supo volver atrás, aguantar a cuatro o cinco jugadores importantes, no de millones sino de 600.000 euros, y completar la plantilla con cedidos y jóvenes. O sea, lo que ha sido siempre el Zaragoza.

--¿Qué sentían desde dentro?

--No podíamos hacer nada, no estaba en nuestra mano. Mi labor era de scouting, más cerca del entrenador que de los dirigentes. Jamás me consultaron un fichaje ni vi un contrato en mi vida. Desde ese punto de vista veías el deterioro y yo intentaba hacerlo lo mejor posible con el entrenador del primer equipo, hacerle bien los informes...

--¿Tuvo relación con Agapito?

--Muy poca. En el cara a cara te gana, te convence, aunque tampoco es que tuviera charlas largas con él.

--¿Cómo se comporta?

--(silencio largo) Diría que es demasiado impulsivo sin tener conocimientos. Hace las cosas y se equivoca siempre. No las hace bien, no piensa lo que hace. Yo creo que le aconsejan, pero luego se equivoca siempre y no sé por qué. Él entró en el fútbol con una idea, pero vio lo que es el fútbol y cambió de idea.

--¿Dio la cara cuando les comunicaron su salida del club?

--No. Cuando hace poco dieron las cuentas del club, se vio que el ahorro en la secretaría técnica había sido de 20.000 euros con mi despido y el de Lalo. En fin...

--¿Se lo imaginaba?

--No es que me lo oliese, pero el año anterior ya me daba la sensación de que querían romper un poco con el Zaragoza de siempre. A mí me dijeron que nosotros ya habíamos tenido tiempo de gestionar esto. Y yo entendí que quisieran traer a su gente, pero, claro, eso no era así porque nosotros no habíamos gestionado nada. Yo no me puedo sentir culpable de todo lo que le está pasando al Zaragoza porque no tomaba decisiones.

--¿Le ve solución?

--Yo hasta he llegado a pensar que la solución pasaría por una refundación. No veo a nadie capaz de pagar por algo que tiene una deuda de más de cien millones de euros. Si piensas, además, que si no asciendes tienes que hacer aún más recortes... Pero tampoco quiero que desaparezca porque, en ese caso, desaparecería su historia. Ya no tendría la Recopa, ni la Ferias, ni las Copas, ni todo lo demás. Tendría que empezar con cero partidos jugados. ¿Y qué haces con toda esa historia del Zaragoza? Todo viene de ese año maldito en el que se rompieron las normas económicas de la historia del Zaragoza y se bajó a Segunda.