El balón naranja llevó a Joaquín Ruiz Lorente a Málaga, Valencia, Santander, Huesca, Canarias y Lugo durante quince años como jugador profesional. La pizarra le ha dado un pasaporte de mucho mayor recorrido y, después de un año como seleccionador de Panamá, ahora vive en Yingkou, China, donde afronta su segunda temporada como ayudante de Guo Shiqiang en los Liaoning Hunters. A sus 51 años está viviendo otro baloncesto en un club que define como muy familiar a la par que muy bien organizado y que goza de tanta simpatía por todo el país que allí donde van parecen estrellas de rock.

Después de una década en el Basket Zaragoza, donde primero fue técnico ayudante y luego primer entrenador, a Ruiz Lorente no le han faltado las opciones profesionales. Primero fue seleccionador de Panamá en el torneo centroamericano del 2016 y después le llegó la llamada desde China. «Chus Mateo, con el que estuve de ayudante y mantengo una excelentísima relación, estuvo en China y le llamaron para pedirle un entrenador, que les recomendara a alguien. Chus me llamó a ver si me podía interesar y, como en ese momento yo estaba con Panamá, le dije que en función del tiempo que fuera. Como solo era entre septiembre y marzo-abril me permitía compaginar las dos cosas y dije adelante. Luego salió todo bien, les encajé y me ofrecieron renovar», explica el zaragozano. Entonces tuvo que decidir si continuaba con Panamá o apostaba por los Hunters. «Al final me quedé aquí porque era lo más lógico para todos. Era estar a medias en los dos sitios y opté por China», indica.

Su trabajo es el de un entrenador ayudante que está muy cerca del principal. «El entrenador lo que me pide es que esté muy cerca en la dirección de partido. Igual que es gente muy disciplinada, muy trabajadora, que meten muchísimas horas, a nivel táctico igual está un poco desnivelado», explica Ruiz Lorente, que está disfrutando de la experiencia de estar en un club grande que pelea por títulos. «En los últimos tres años el equipo ha jugado dos finales y el año pasado fuimos terceros. Es un club que está siempre arriba y que es muy seguido en China. Tiene cuatro jugadores de la selección china y otros cuatro de lo que sería la categoría júnior española. El equipo aspira a ganar algún día el campeonato y es el objetivo de este año. Ahora vamos segundos», relata.

También está encantado con el hecho de que el Liaoning sea un club de cantera, algo que demuestra con hechos. «La filosofía es decir, con estos jugadores que nosotros creamos y formamos, queremos soluciones para el primer equipo. El año pasado tuvimos dos bajas importantes en la posición de cuatro y no quisieron fichar a nadie de fuera, estuvimos jugando todo el año con un jugador muy joven y con otro que pasamos del tres al cuatro pero que eran dos jugadores de cantera. Ellos dicen que para eso invierten dinero y tiempo con los jóvenes y a mí me pareció extraordinario», destaca.

China está apostando por el baloncesto. La federación, con Yao Ming a la cabeza, está redoblando esfuerzos para ser competitiva en el Mundial que organizarán en el 2019. Y Ruiz Lorente destaca la magnífica organización de la Liga, que sigue el modelo de la NBA. «Los pabellones son excepcionales. Pero no es solo eso, viajas en avión y en business, a hoteles extraordinarios, la Liga está muy bien montada. Todos los partidos son a las 19.35, durante toda la semana hay partidos excepto el lunes. Juegas dos y tres partidos a la semana porque empiezas en octubre y la Liga regular acaba en febrero, después son los playoffs, y nunca se solapa el fútbol con el baloncesto con lo cual el seguimiento es tremendo».

El entrenador zaragozano también está disfrutando de conocer una nueva cultura. «Es muy diferente, un contraste tremendo. Es enormemente enriquecedor y me he adaptado porque sería injusto no hacer ese esfuerzo. Hay cosas que me cuestan a veces, aquí por ejemplo entrenamos a las 9.00 y a las 15.00, entonces la mítica siesta... al principio me costó mucho, pero ahora como antes, a la una, y así puedo echarme una horilla», relata, destacando la enorme hospitalidad que se esconde bajo una personalidad a veces más fría que la occidental. «A lo mejor no lo exteriorizan tanto como nosotros, que enseguida damos un abrazo, pero son enormemente hospitalarios y con los occidentales, más todavía, enseguida quieren ayudarte. No son tan cercanos en ese aspecto, tan roceros. Son solo pequeños detalles».

Ruiz Lorente ya se defiende con el chino, aunque tiene siempre un traductor al lado, y ha aprovechado para conocer los lugares más emblemáticos del país. «Es un país muy grande, es enorme todo. A nivel de comunicaciones es tremendo. Ahora ya casi nadie lleva dinero encima ni paga con efectivo sino a través de una aplicación de móvil. Y eso que aquí tienen internet capado. El ritmo de vida es diferente, la gente prácticamente no come en casa. Trabajan muchísimas horas», relata. También hay que adaptarse a otro calendario, por ejemplo en Navidades, cuando los extranjeros tienen que improvisar un fin de año con sus uvas y sus tradiciones tan lejanas. «Hay una parte de la población que es budista, el cristianismo es menor. El otro día le explicaba al traductor lo que son los Reyes Magos y me decía que sí, pero no. Me decía, nosotros también les hacemos regalos un día. Pero me miraba un poco raro», explica.