Cada cual puede elegir al gusto sus mejores momentos en La Romareda. Han sido muchos, tantos que saldrían miles de los recuerdos más bellos, decenas de partidos, cientos de esos goles que empezaron a salir de las botas de Vila y han acabado en las de Borja Iglesias, que ha llegado al coliseo aragonés justo el año que cumple su sexagésimo aniversario. Tardes inolvidables, noches de gesta que comenzaron el 8 de septiembre de 1957 en un 4-3 frente al Osasuna. Hoy se pueden conmemorar en esta Romareda que el pasado miércoles rejuveneció al grito de su afición, que ha creído, por fin, que el león puede despertar para rememorar los partidos más grandes que se hayan visto en la bombonera zaragocista. Gana, en un modesto sondeo con algunos protagonistas directos, aquel 6-3 al Barcelona de Cruyff en 1994, seguido de cerca por aquella noche frente a la Roma en 1987 en la que Cedrún paró los dos últimos penaltis de la tanda, a Boniek y Ancelotti.

Se sabe bien cuántos partidos ha ganado La Romareda. Lo han explicado mil veces. Otra vez: «Ese estadio, cuando se levanta, te empuja hasta el límite», repite Gustavo Poyet sin vacilar. «Ni se imaginan lo que se siente cuando estás ahí dentro. No sé si es por la sonoridad, pero lo sientes tú y el rival». La Romareda es exigente, sí. Lo fue mucho más, tanto como para ser capaz de sacar lo mejor de sus jugadores cuando estos responden con compromiso al peso del escudo. De esos momentos salen tardes como la del Barça, la elegida por el uruguayo. «No estoy seguro de que fuera el mejor, pero por la cantidad de veces que nos ganaron debo quedarme con el 6-3».

De la misma opinión es Santi Aragón, que llevaba la batuta de aquel equipo de Víctor Fernández con un inmenso talento. Le añade el 6-1 del 2006 ante el Real Madrid, «ese ya como espectador». Se apunta al del Barça Jesús Solana, «por el espectáculo en el campo y lo que se vivió en la grada». Lo explica con más detalle Xavi Aguado: «El mejor partido que se ha jugado en La Romareda por los dos equipos es el 6-3 contra el Barcelona de Cruyff el 13 de febrero del 94. Yo creo que no veré otra cosa igual. El Madrid del 6-1 no era tan buen equipo. Aquello era el dream team, con Romario, Koeman, Laudrup, Bakero, Goiko, Txiki... Cruyff dijo luego que ese resultado les motivaría. Sumaron 11 victorias y un empate en los 12 partidos que quedaban y fueron campeones. Fue el año del penalti de Djukic, que ellos llegaron a la final de la Champions contra el Milan. Esa tarde, nosotros jugamos de lujo ante un equipo que no jugó nada mal y al que conseguimos quitarle el balón».

Unos años atrás, el primero de octubre del 86, el Zaragoza firmó una remontada increíble ante un señor equipo como la Roma, que había ganado 2-0 la ida en el Olímpico. Otro Señor, don Juan, igualó la eliminatoria con dos tantos de penalti. Aún marcaría otro en la tanda. Y otro que le harían repetir. Aquella noche fue así, con La Romareda al borde del colapso después de que García Cortes, un especialista, fallara el primer lanzamiento. «No hay noche como aquella para mí por los recuerdos que tengo, viéndolo con mis amigos en la grada de Infantil», explica Jesús García Sanjuán. Coincide con él Pablo Alfaro, que vivió grandes noches como zaragocista. No se queda con ninguna con la camiseta puesta, sin embargo. «Cualquier partido ante el Barça o el Madrid te ponía los pelos de punta por el ambientazo que había en las gradas», dice el técnico del Mirandés, que se enfrentó la pasada campaña con César Láinez, que también tiene la huella romana. «Sobre el campo no me olvido del día que David Villa le marcó cuatro goles al Sevilla».

En el campo estaba esa noche Pedro Herrera, que tampoco duda en cuál es su mejor recuerdo como futbolista: «La Roma». Hay más: «Un Ciudad de Zaragoza contra el United (3-4) que marqué dos goles. Ese trofeo está en el museo del Manchester junto al banderín conmemorativo. También tengo el recuerdo de un 5-3 al Madrid en Copa de la Liga que marqué un gol en plancha», dice el padre de Ander, que en la grada sintió como la más grande la noche que Esnáider acabó por tumbar al Feyenoord. Eran los cuartos de final de la Recopa del 95. En el campo estaba García Sanjuán, que coincide. «Como futbolista fue el mejor para mí, la primera vez en mi vida que jugué de lateral izquierdo».

Una eliminatoria más adelante se detiene Nayim. «La noche del Chelsea fue mágica. 3-0 en una semifinal es tremendo». Casi tan tremendo como el día de la promoción ante el Murcia, momento de junio de 1991 remarcado para Andoni Cedrún. «Ese día empezamos a ganar la Recopa».

Quedan muchos, cientos. «El 3-2 al Málaga con Yordigol y Milosevic que nos puso a un paso de ganar la Liga», evoca Ander Garitano; «un 3-1 al Real Madrid en el 83», dice Eugenio Vitaller; o un 6-1 al Real Madrid, el otro 6-1, el de 1975, con Arrúa, Diarte, los Zaraguayos, los tres goles de García Castany... «Venían de ganar la Liga en San Sebastián. Yo estaba de segundo entrenador con Carriega», dice Manolo VIllanova, que no duda. Ni Cani, que jugó un partido monumental la noche que Diego Milito le hizo cuatro al Madrid. Y hay otra, y otra en esta Romareda magnífica.