Sabiendo como sabía que era imposible que el Real Zaragoza firmara a un entrenador imposible de firmar por cuestiones económicas y deportivas, Juliá acotó su casting para elegir al sucesor de Milla a su entorno más conocido, donde está más cómodo: Gerona, Cataluña y La Masía. Ha acabado siendo Raúl Agné, aragonés de Mequinenza, de 46 años y un hombre con el que el director deportivo mantiene una sólida amistad desde hace muchos años. Ha sido habitual durante todo este tiempo que los dos conversaran asiduamente de fútbol, también desde que Juliá regresara a Zaragoza. Narcís apuesta por Agné porque cree en su perfil profesional y porque le tiene en una alta estima personal. Gana a alguien con el que hacer una piña consistente en el día a día, alguien leal y muy fiel. Un amigo.

A sus espaldas, Agné acumula una carrera larga sin grandes resultados. Está ante su gran desafío: llevar al Zaragoza a Primera. Como todas las decisiones de una SAD, esta también ha sido aprobada por el consejo, pero su autoría intelectual corresponde a Juliá, como la de Milla y la plantilla. Salvo en una ocasión, de sobra conocida, así viene siendo en esta etapa del club. En medio de cientos dimes y diretes, queda el hecho. El director deportivo vuelve a tomar una decisión deportiva. Negro sobre blanco.