La vida de Maurizio Lanzaro experimentó un giro vertiginoso cuando la ciudad del Ebro apareció en su camino. Un chico curtido en las calles mediterráneas del suroeste italiano, en una geografía que se recorrió a través de numerosas cesiones.Tras acabar contrato en la Reggina decidió emprender un viaje que quedará impregnado en su esencia para siempre. Y es que Lanzaro hizo de Zaragoza su ideal de vida. Tal es así que ha vuelto a asentarse sobre suelo aragonés mediante su reciente vinculación con el Ejea de Tercera División.

El defensor de Avellino aterrizó con silencio en el Real Zaragoza, como un chico que entra sigiloso con los zapatos en la mano para no despertar a sus padres. Llegó en 2010 como agente libre una vez cerrado el mercado de fichajes. Su mayor aval siempre fue una mentalidad de esfuerzo y sacrificio, conceptos bordados en oro en las entrañas del balompié tradicional. Esa actitud de brega característica del puro defensor italiano enamoró al público de La Romareda. Su comportamiento sobre el césped quedó tan marcado a fuego en el zaragocismo que, casi cinco años después, la gente le sigue parando por la calle. «El otro día iba en el tranvía y unos chicos me pidieron hacerse unas fotos conmigo. Fue increíble ver que aún me recuerdan», explica Maurizio.

Tras su marcha en 2013, Lanzaro estuvo aficando en Italia compitiendo en diversos equipos entre Segunda y Tercera, pero sus viajes a la capital de Aragón eran constantes. Zaragoza había quedado forjada en su corazón. «Es una ciudad encantadora, vamos a quedarnos a vivir aquí», explica el central. Y es que su mujer posee un restaurante por la zona de la Expo, mientras sus hijos ya corretean y juegan por casa. Es el modelo de vida familiar que Lanzaro va a poder compaginar mientras defiende la camiseta del Ejea. Un fichaje que se cerró a la vieja usanza, tomando un café. Fue Néstor Pérez, el entrenador del equipo de las Cinco Villas, el artífice para que el acuerdo se cerrará muy rápido: «El míster me convenció enseguida. Me dijo que necesitaba un jugador en defensa y me planteó la posibilidad de ayudar al Ejea a subir a Segunda B. Además, yo tenía muchas ganas de jugar. Nos entendimos muy rápido», asegura el italiano.

Desde ese momento, Lanzaro se calzó su mono de trabajo, la prenda que tanto tiempo ha paseado con honor por el césped de La Romareda. Después de realizar su pretemporada particular a las órdenes del cuerpo técnico ejeano, el jugador internacional con todas las categorías inferiores de Italia se encuentra «preparado para comenzar a competir y ayudar al equipo a lograr el objetivo principal». La plantilla cuenta con piezas encallecidas por el panorama futbolístico aragonés como Barba, Santigosa o Nacho Lafita, además del potencial de un veterano de los banquillos como es Néstor Pérez. «Es un grupo con mucha calidad, tenemos la capacidad para hacer un gran año», añade.

Desde el banquillo, Lanzaro pudo sentir el calor de la gente, aquellos que aún recuerdan sus tardes con la camiseta blanquilla. Varios aficionados del Brea le saludaron en los prolegómenos del choque contra el Ejea. «Es emocionante ir a otros campos y que se acuerden de ti, esto me hace tener un cari- ño aún más grande a esta ciudad». El cariño que nace de momentos inolvidables, como el día que Lanzaro perdió el pelo tras certificar la agónica permanencia en Getafe. El jugador fue despojado de su característica cabellera a manos del meta Roberto por una apuesta que hicieron: «El pelo era mi esencia, jamás pensé cortármelo. Pero aquella ocasión fue única».

Lanzaro ha vuelto a su casa adoptiva, ya que pese a no ser su nido natal lo siente como tal. Zaragoza es la ciudad donde encontró el amor y surgió la felicidad. El Ejea ha traído de vuelta Maurizio Lanzaro al fútbol aragonés, en un contexto diferente, pero bajo el mismo encanto que antaño.