Como otros tantos canteranos de su generación (Zapater, Gil, Longás, Eneko, Chus Herrero...), Adrián Ripa, ahora jugador del Numancia, tuvo que abandonar el Real Zaragoza por la puerta de atrás, cabizbajo pero sin levantar la voz, después de que a él le dieras esperanzas en un equipo que, finalmente, acabó por cerrarle las puertas.

Era la temporada 2008/2009 y el de Épila, quien llevaba en la Ciudad Deportiva desde infantiles, veía muy de cerca el poder cumplir su sueño de debutar en Liga con el equipo de su vida. Y es que, después de realizar varias pretemporadas con la primera plantilla, de ir convocado en Liga un par de veces (la primera de la mano de Víctor Fernández y la segunda con Víctor Muñoz) y de cumplir un año de cesión en el Huesca, su oportunidad parecía más que previsible. Sin embargo, los fichajes de aquel verano dieron al traste con sus ilusiones y precipitaron una salida "inesperada y dolorosa" que, desde entonces, tiene forma de espina en la trayectoria futbolística del aragonés. "Fue un palo muy gordo, porque llegaron a darme dorsal y yo pensé que Marcelino confiaba en mí para ese año. Me hubiera gustado defender los colores del Real Zaragoza y siempre me quedará eso de que no me dieron la oportunidad de demostrar que valía, que podía llegar. Desde el club fueron claros conmigo y me dijeron que había otros por delante y que no iba a tener a minutos. Me quedé tocado, pero comprendí que el fútbol no terminaba en el Zaragoza", cuenta Ripa.

Temporada de lesiones

A partir de aquel momento, el lateral izquierdo hizo las maletas --"es una lástima que todos los de aquella generación tuviéramos que emigrar", matiza-- y se buscó las habichuelas fuera de casa. Y las encontró. Primero en las filas del Huesca, con quien consiguió el ascenso a Segunda División. "Aquel año crecí mucho. Fue un buen destino después de dejar la Ciudad Deportiva y tengo un recuerdo maravilloso con gente como Helguera, Sorribas, Camacho, Chechu Dorado...", apunta. Después, en el Elche. "Ese fue un reto diferente porque era la primera vez que salía de la tierra y, la verdad, me sentí muy a gusto". Y, desde hace dos campañas, en Soria, donde se siente "muy contento" e "ilusionado" en las filas del Numancia tras varios meses de lesiones que no le han permitido alcanzar la regularidad. "En pretemporada tuve un esguince de tobillo, luego una microrotura del soleo y lo último ha sido un mes de baja tras una operación del malar (lateral de la cara). He estado hecho un cuadro la verdad, pero ya he disputado los dos últimos partidos y me siento con muchas ganas", relata.

Aragonés confeso

A sus 27 años, Adrián Ripa, quien vuelve siempre que puede a Épila y se siente "muy arraigado" a Aragón ('Yo no elegí ser maño, simplemente tuve suerte', reza en su WhatsApp), se ha asentado en Segunda División, pero su ambición no ha desaparecido con el paso de los años. Ha madurado "mucho", dice. Y ya no es aquel chaval que el Real Zaragoza fichó tras verle en un campamento de verano organizado por Narciso Juliá en Tarazona.

Ahora, el lateral comulga con las idas y venidas del fútbol y sabe que mañana quizás tenga que buscarse las habichuelas en otro lado. "Los futbolistas siempre tenemos el equipaje en la puerta y soy consciente de cómo funciona esto. Mi reto es crecer día a día y me gustaría debutar en Primera División. Lo sentí cerca y no lo conseguí en el Zaragoza, pero todavía estoy a tiempo. Lo que tengo claro es que el fútbol es y será mi modo de vida", sentencia.