Los últimos días del mercado mostraron, una vez más, lo fina que es la línea que separa una decisión popular de otra impopular. El Zaragoza llegó al 31 de agosto con dos casos de alta sensibilidad abiertos: Lasure y Buff. Ninguno de los dos salió antes de esa primera frontera, pero los dos pudieron haberlo hecho. La SAD rechazó una oferta del Eibar por el lateral izquierdo que se acercaba a los dos millones y que se cursó de manera oficial con poco tiempo de margen de maniobra. Si el club vasco hubiera pujado algo más, la operación se podría haber cerrado perfectamente. Hubiera convenido a todas las partes. El Real Zaragoza cree en Lasure a ojos ciegos, pero también tiene fe en la progresión de Nieto y en el futuro de Clemente.

El caso de Buff tuvo otras particularidades. De repente, gracias a la confirmación del extraordinario nivel de Pombo, de la excelente recta final de la pasada temporada de Papu, de la genuina aparición de Soro durante el verano y del buen rendimiento de Pep Biel, la posición de mediapunta se encontró superpoblada. El Tigre está rugiendo como nunca, Papu es patrimonio del club y un jugador con perspectivas y mercado futuro, Soro una perla preciosa que hay que pulir y Biel está recién promocionado. Por causas contractuales y deportivas, la X de la ecuación resultó ser Buff, que eligió quedarse a pesar de que el club no hubiera hecho ascos a que diera con otro destino (y tampoco le importaría que lo encontrara ahora). A los dos, a Lasure y a Buff, la afición les quiere aquí. La SAD hizo lo que creyó conveniente con las circunstancias deportivas y económicas de cada caso. Sucedió así. Pudo haber sucedido de otra forma. El mercado, que a veces hace bailar sobre esa fina línea que separa lo popular de lo impopular.