Ranko Popovic será mejor o peor entrenador, más bien lo segundo por lo que se deduce desde que se hiciera cargo del equipo, pero de tonto no tiene un pelo. Anoche, hoy y durante lo que resta de semana hasta jugar con el Valladolid ha consegudio su propósito: se va a hablar mucho más o por lo menos tanto de lo que dijo en la rueda de prensa que del espantoso partido que protagonizaron sus jugadores y sobre todo de su inexplicable planteamiento. Salió por la puerta de toriles dispuesto a que le pisoteara todo el mundo con tal de centrar la atención en su figura y no en los chicos. "Hemos jugado bien", dijo el entrenador con cara de mártir. Y la ruleta de críticas empezó a girar, impulsada por sus medidas palabras, en la dirección contraria.

Esta vieja táctica de ofrecerse como intercambio de los golpes podría entenderse en alguien que actúa por lo general con moderación en sus reflexiones o que protege el vestuario con su cuerpo si hace falta, pero Popovic ya ha dado muestras de que para héroe de la causa no va. Ha castigado con dureza y en público a futbolistas y a afición, antes con un tono socarrón, en los últimos tiempos con bastante más acidez. Ayer, sin ir más lejos, vino a decir que a quienes permitieron el remate de Urko Vera en el gol del Mirandés habría que matarlos, deportivamente hablando.

Este técnico está hiperprotegido. Se ganó a pulso su condición de intocable primero por los resultados y luego porque el personal en general está agotado de vivir en el ojo del huracán desde hace casi dos décadas, con cambios constantes de jugadores y entrenadores que han conducido a la desventura. En otra época, Popovic hubiera sido cesado sin derecho a réplica, pero sin dinero y con una directiva que piensa que tiene en el serbio un gran motivador de grupos humanos, dispone de bula papal. Es decir que ocurra lo que ocurra, con o sin promoción de ascenso, continuará la temporada que viene. Y esto sí que es para preocuparse.

El Real Zaragoza jugo bien. Posiblemente tenga razón porque con él en el banquillo pudo haberlo hecho mucho peor. Que no tenga un pelo de tonto no quiere decir que sea listo. Aunque haya conseguido que su mensaje cale en la ira del seguidor, que asistió a un espectáculo bochornoso, la afición no va a desperdiciar una sola bala en dispararle. Mucho más inteligente, comentará si acaso que es un fantoche y gastará su munición en beneficio de un equipo que aún lucha por regresar a Primera División con sus muchas limitaciones, la más profunda la de su entrenador.