—Llega en el verano del 2008 del Valencia para jugar en un Zaragoza recién descendido. ¿Qué le llevó a dar ese paso?

—Recibí mucha confianza del club y del entrenador, de Marcelino García Toral, y el proyecto era atractivo. Y lo asumí como un reto por el ascenso, ya que no había vivido ese objetivo. Además, había un contrato largo también. Hubo varios factores que facilitaron la decisión de venir.

—La apuesta del Zaragoza por usted fue muy decidida, seis años y cuatro millones de traspaso.

—Claro. Y todo eso lo valoré. No fue fácil tomar la decisión, pero había vivido un año complicado en el Valencia y ellos también tenían que dar salida a jugadores. Se dio todo, porque las tres partes estuvimos de acuerdo.

—Dijo al llegar que venía a echar raíces. Y estuvo dos años solo.

—No lo logré ni aquí ni en ningún sitio. Me quedó esa cuenta pendiente, esa espinita, porque casi he sido un nómada del fútbol, con un buen número de equipos. Es verdad que eso tiene cosas positivas, te ayuda a madurar, a adaptarte a nuevas situaciones, pero también hace que no te sientas totalmente identificado con un club. Al final, en el fútbol se dan situaciones en que las partes quieren un cambio. Yo del Zaragoza no me quise ir, pero la situación era dramática y por eso me marché tras dos años.

—En esa primera temporada costó que el equipo, tras una gran inversión, arrancara en Segunda.

—Costó mucho, los primeros meses fueron duros. No se daba con la tecla. Había pocos jugadores con experiencia en Segunda, pero también lo que nos pasó es una norma común, lo vemos todos los años. Una excepción es el Levante esta temporada, que se adaptó muy rápido. A nosotros nos llevó tiempo, pagamos ese peaje.

—Con Marcelino empezó en banda pero tras irse Oliveira jugó arriba con Ewerthon. ¿Dónde se sentía más cómodo?

—En las dos posiciones. Quizá mis condiciones eran más adecuadas para jugar en banda, pero como segundo punta también me veía cómodo. Esa temporada con Ewerthon hicimos buena pareja, nos complementábamos bien. Él tenía mucho gol y yo poco, pero le ayudaba a crearse espacios y le asistía. Con un 9 siempre me entendí a la perfección, aunque asumir yo la tarea del gol nunca se me dio bien.

—28 goles marcó Ewerthon.

—Tenía ese don para estar ahí, en el sitio. Y eso se tiene o no se tiene, como lo tenía Raúl. A Ewerthon se le caían los goles y fue fundamental en el ascenso.

—Esa temporada debuta Ander. ¿Esperaba esa progresión que ahora le ha llevado a jugar de pivote en el Manchester United?

—Era un chico que desbordaba ilusión cada día, que tenía ese sentimiento de pertenencia a un club. Y con la cabeza bien amueblada, ya que es muy inteligente. No me sorprende que haya adaptado roles que no hacía. Sorpresa con su trayectoria, ninguna.

—Al final se logra el ascenso, tras una temporada tan dura.

--Lo recuerdo como algo muy bonito, porque estuvimos sometidos a una exigencia grande. Y fue dificilísimo. Tengo otro ascenso con el Deportivo y necesitamos muchos menos puntos. En el Zaragoza fue muy complicado, acabamos segundos, pero es que ninguno aflojaba por detrás. Recuerdo un penalti fallado por Farinós en el Hércules y celebrarlo en casa corriendo por los pasillos como si fuera la Champions.

—¿Recuerda el debate sobre si celebrar o no el ascenso? Ahora, tras cuatro años en Segunda, no habría esa divergencia...

—Es verdad, pero ni me acordaba ya de ese debate de si celebrarlo o no. Fue un ascenso importante por devolver al club a su sitio natural, a donde siempre tiene que estar. Y ese ascenso tiene más valor aún si se mira el momento actual. La gente se adapta a lo bueno rápido y el Zaragoza, hace más años, vivió grandes temporadas y en el ideario de la afición parece que tengas que ocupar una posición por obligación que ahora no la tienes. El fútbol es la pasión de la gente y eso es difícil de manejar.

—¿Esa urgencia por el ascenso les supuso más presión?

—Más presión que la que cada uno se echa a sus espaldas no la hay. Y eso depende de la forma de ser de cada uno. Pero las urgencias eran totales. Y lo vimos al siguiente año, cuando hubo tanta crisis. Si ascendimos y hubo tantos problemas económicos que un tiempo después se llegó a un proceso concursal, ¿que habría pasado sin subir? Esa pregunta siempre me la hice.

—Empieza la segunda temporada tras un verano con muchos cambios. Usted al final no salió.

—Recuerdo un verano con pocas certezas. Yo quería quedarme tras hacer el esfuerzo de venir a Segunda y ser un jugador importante. No poder participar del éxito de subir jugando en Primera no me parecía justo. Fue un año duro, pero bonito. Vivimos muchas complicaciones esa temporada hasta llegar a la permanencia al final.

—En lo personal, no le traté mucho. Sobre su gestión, lo peor es que no se fue claro. Recuerdo de llamar a que me dieran respuesta a solicitudes, para saber cuándo se iban a cumplir los compromisos adquiridos y no se daba la cara. Eso no tiene justificación.

—El Zaragoza vivió por encima de sus posibilidades. Y lo pagó.

—Por supuesto. Es que la plantilla que se hizo en Segunda y con esos contratos... Ocurrió lo esperado. Y eso que no hubo un escenario negativo, porque se subió a Primera y el equipo después se mantuvo. Todos los contratos que hacía eran papel mojado, no tenían ningún sustento real. Otros clubs pudieron hacer lo mismo y no lo hicieron. La Liga, muy acertadamente, puso ese mecanismo de control para frenar cosas como las que pasaron aquí y eso da seguridad a los jugadores.

—Fue internacional absoluto y jugó un partido en el 2007, contra Inglaterra, con Luis Aragonés.

—Estaba en una nube, fue un sueño. Luis era muy directo, ves a algunos comentaristas y la retórica que se gastan es tremenda. Él era todo lo contrario, no se andaba con rodeos. Sus charlas eran espectaculares, A mí me dijo, tienes que mejorar el control y si das limpieza a tu acción serás un jugador importante.

—¿Se le sigue recordando el episodio de la bandera franquista?

—Fue algo fortuito. Ni me enteré, en la final de los Juegos Mediterráneos una persona tiró la bandera, ni me di cuenta de cómo era y me hizo la foto. Siempre que sale algo de mi vida sale esa imagen. Por si fuera poco, cuando estaba en el Deportivo, alguien con mala baba hizo otra foto mientras saludaba a mi familia en la grada con el brazo extendido porque había marcado un gol. Yo nunca mostré ninguna ideología en mis palabras y no creo que se tenga que mezclar deporte y política. Pero no hay nada detrás, solo fueron dos fotos.

—Se retiró pronto, con 30 años.

—Sentía que había perdido la ilusión, vi que había llegado el final. Ya había sido padre y otro cambio no me apetecía. Y una retirada a tiempo es una victoria.

—¿Que significa el Zaragoza en su carrera profesional?

—Una estación muy importante, jugué con regularidad y crecí como jugador y como persona. Vuelvo frecuentemente y mantengo buena relación con Generelo o con Zapater y con otros que viven en Zaragoza y ahora mismo no están en el club. Siento mucho cariño. No es un sitio de paso como otros, es algo más.

—¿Ve los partidos? ¿Lo sigue?

-—Alguno veo y me está pareciendo una temporada dura. La Segunda es difícil, cada vez hay más igualdad. Cogieron una racha mala y hasta se ve esa posibilidad de bajar. No es lo que se pensaba al principio. Esto debe servir para sacar conclusiones, como enseñanza para intentar subir pronto, porque el Zaragoza merece estar en Primera.

—Fue un caso atípico, estudió durante su etapa como jugador.

—Hice Administración y Dirección de Empresas y la terminé un año antes de retirarme. Y después hice un Máster MBA. Ahora trabajo en Tressis, donde nos dedicamos al asesoramiento financiero y a la gestión de patrimonios.

—¿Tiene clientes futbolistas?

—Sí, claro. Es el entorno en el que me movía. Me identifican como uno igual que ellos y les doy mayor confianza. La carrera de un jugador es corta, yo iba haciendo dinero y sabía que iba a ser casi imposible que mantuviera ese nivel de ingresos, por lo que el grueso de la vida futura dependía del ahorro y del buen uso que hiciera del dinero.

—¿Cree que viven en una burbuja de dinero fuera de la realidad?

—Pero, ¿cómo no van a estar en ella? Eres joven, con una gran independencia económica, con la fama, con lo que genera el fútbol… Es difícil de asumir, es muy complicado no estar en esa burbuja y se pierde el foco.