El Madrid no falló frente al Tenerife y logró plantarse en su quinta final consecutiva de Copa. Las cuatro anteriores acabaron llevando su nombre y el equipo de Laso intentará este domingo ampliar su hegemonía, extendiendo una racha que no se repetía desde las seis que encadenó el Barça entre 1978 y 1983.

El triunfo madridista, con Rudy Fernández y Doncic como destacados, llegó con más facilidad de la prevista ante un rival que fue desinflándose y perdiendo la confianza conforma avanzaba el partido y acabó entregado ante la diferencia de potencial. Solo cinco asistencias en las estadísticas de los madridistas demuestran que fue un triunfo conseguido a medio gas, casi de forma funcionarial.

Se tomó con calma la semifinal el equipo blanco. Más de la que le gustaría seguramente a Laso frente a un Tenerife que realizó un enorme despliegue físico en el primer tiempo y atesoró rápidas ventajas (26-17) con un juego equilibrado y muchas acciones cerca del aro, a pesar de la presencia intimidatoria de Tavares.

EQUILIBRIO FICTICIO

Como si quisieran preservar fuerzas, los jugadores de Laso evitaron entrar en esa batalla y apostaron por el lanzamiento exterior, pero su escasa puntería de inicio (5 de 18) permitió al equipo de Katsikaris mantener el control del marcador hasta el descanso (38-37).

Fue Rudy Fernández, respaldado por aportaciones puntuales de Doncic, quien se encargó de cambiar la cara al Madrid y dotarle de consistencia. Aportó seriedad en defensa y eficacia en ataque. Marcado el paso por el alero mallorquín, el Madrid acabó de despertar en los últimos minutos del tercer cuarto y en el inicio del último, que abrió con un 8-0 de parcial. Así disparó para disparar sus ventajas hasta los 15 puntos (49-54, m. 32) y cerró ya cualquier posible discusión, convirtiendo los últimos minutos del encuentro en un puro trámite para el equipo blanco que llega nuevamente como favorito a la final en la que defiende su corona.