En una cosa coincidió Lucas Vázquez con la inmensa mayoría de los aficionados blancos cuando expresó al final del partido contra el Leganés que dejaba al Madrid fuera de la Copa toda la rabia e indignación que sentía. «!Qué puta vergüenza todo esto¡», se pudo leer en sus labios mientras abandonaba el terreno de juego con los futbolistas del Leganés revolcándose de alegría por el césped del Santiago Bernabéu y con los pitos de los miles de aficionados, metidos en lo más hondo de su cerebro y su corazón.

Una pitada de más de dos minutos de duración dirigida, esta vez sí, a Zinedine Zidane como principal destinatario por su inexcusable responsabilidad en el nuevo ridículo blanco en una temporada que puede pasar a la historia por todo lo contrario que la pasada, por haber discurrido de desastre en desastre si no lo remedia la Liga e Campeones.

Zinedine Zidane fue quien acabó más tocado y señalado el miércoles. El estado de ánimo que el técnico francés exhibió en su comparecencia posterior ante los periodistas reflejó bien a las claras una inseguridad que no dejará de vivir hasta el final de la temporada. Incluso tomando aire con un posible desenlace victorioso en la eliminatoria de octavos de final de Champions ante el PSG, que se presentará en menos de tres semanas.

No tuvo más remedio Zidane que admitir que un resultado negativo ante el campeón francés afectará a su continuidad y dejará en papel mojado su renovación hasta el 2020. Es un hecho la fractura que se ha producido en su relación con el presidente, Florentino Pérez, y con el director general, José Ángel Sánchez, agravada a raíz de la mala planificación de la temporada en cuestión de salidas -James, Morata, Pepe, Danilo, Mariano-, entradas -Ceballos, Llorente, Theo, Vallejo y Borja Mayoral- y recientemente con el desencuentro a propósito del frustrado fichaje de Kepa, que renovó con el Athletic.

El técnico blanco no se siente respaldado por la dirección ni tampoco cuenta con el apoyo sin fisuras de una plantilla, que él mismo ha contribuido a fracturar en gran medida. Ha aumentado las distancias entre titulares y suplentes, factor especialmente grave en los casos de Isco y Asensio, y ante el Leganés pecó de un exceso de confianza inexplicable al dejar fuera de la convocatoria a Cristiano Ronaldo, Bale, Kroos, Marcelo y Casemiro.

Las palabras de supuesto ánimo del capitán, Sergio Ramos, al término del encuentro le sonaron también a él a pura ambigüedad. «Siempre ha tenido nuestra confianza cuando hemos ganando todo y ahora también tiene todo el apoyo de la plantilla. Zizou, como el equipo, estará mal. Hay que estar juntos», declaró el central blanco, que apostó por la continuidad de Zidane de aquella manera: «No soy yo quien debe tomar la decisión de que siga o no. La estabilidad es buena y no soy partidario de los cambios».

Ramos también será el primero, mejor dicho el segundo tras Florentinoo Pérez, en señalar que Mauricio Pochettino o Joaquim Löw han nacido para entrenar al Madrid en el caso de que uno de los dos llegue en unos meses. El presidente tiene la palabra.