El Atlético de Madrid consiguió su segunda Supercopa de España, el quinto título de la era Diego Simeone, con un triunfo potente, transformado por el croata Mario Mandzukic a los 80 segundos, contra un Real Madrid intermitente y aún lejos de su mejor versión, más allá de momentos individuales en el primer acto.

Nunca se sintió ganador el conjunto blanco, ni siquiera en el tramo de 20 minutos del primer tiempo en el que contó sus mejores ocasiones, y casi también las únicas a su favor, de un partido que casi siempre se movió en el terreno que quiso el Atlético, desde que marcó el 1-0, desde que encarriló un trofeo que ya le pertenece.

Porque la puesta en escena del Atlético fue poderosa. Salió con una fuerza y una ambición ingobernables, sin mirar hacia atrás. Sólo hacia adelante. En 50 segundos merodeó el área con un córner y un par de rechaces. Medio minuto después ya había marcado en la inmejorable presentación de su nueva pareja de ataque, Mandzukic-Griezmann, conectados para poner en ventaja al Atlético en sólo 80 segundos de encuentro. El delantero croata marcó con un tiro raso imparable desde el borde del área, previo servicio de Griezmann, que superó a Ramos.

El Atlético ya tenía lo que quería: el gol. El Madrid asumió de inmediato el golpe pese a no tener de inicio a Cristiano. El derbi era ya vibrante, con esas dosis de tensión y pasión que siempre desprende un partido de este tipo, sea cual sea el torneo y el escenario. No encontró el gol James en varias ocasiones antes del descanso como tampoco logró el segundo el Atlético, por más que lo intentó Raúl García. Lanzó un trallazo despejado con una bonita estirada por Casillas y conectó desviado un cabezazo dentro del área que normalmente es gol.

No paró tampoco Raúl García con una volea que repelió la cruceta y con un disparo desde lejos en el inicio de la segunda mitad, ya con Cristiano Ronaldo sobre el césped en la filas madridistas --entró por Kroos-- y con Simeone en la grada, de pie, tras su expulsión en la primera parte, a unos metros del campo mientras el duelo proseguía con la misma intensidad y emoción.

Porque, en contraste con las obligaciones que indicaba el marcador, el bloque rojiblanco irrumpió de nuevo con más convicción ofensiva que el equipo blanco, limitado a un derechazo desde lejos de Cristiano durante muchos minutos por la firmeza defensiva del Atlético, el nuevo campeón de la Supercopa.