--Esta entrevista la sugirió hace unas semanas Juan Luis Irazusta, que fue muchos años su compañero en la portería del Zaragoza. ¿Por qué cree que lo hizo?

--(risas) Tenemos muy buena relación. Leí la entrevista, además. Hablo con él bastante y cuando vivía aquí nos veíamos cada poco tiempo. Ahora se ha vuelto a Barcelona, pero nuestras mujeres hablan casi todos los días. Irazusta es como el hermano que nunca tuve. Estuvimos durante ocho años juntos en la habitación en las concentraciones y se creó una amistad enorme.

--¿Quién le llamó en 1968 para fichar por el Zaragoza?

--Avelino Chaves. Yo me enteré porque entonces tenía de entrenador a Carriega en el Langreo y ambos tenían mucha relación. Yo sabía que me habían estado siguiendo porque me lo decía Carriega, hasta que un día me llamó el presidente y me trajeron a Zaragoza para firmar.

--Solo tenía 18 años. ¿Llegó a Zaragoza asustado?

--Hombre, un poco asustado he de reconocer que sí. Tenga en cuenta que en ese equipo estaban todavía los Magníficos. Era el declive pero aún estaban todos ahí. El Zaragoza me trajo en marzo cuando el Langreo ya tenía difícil mantenerse en Segunda alegando que estaba lesionado Alarcia.

--¿Impresionaba Lapetra?

--Lapetra era un espectáculo, está por encima de todos los que he visto. Ha sido el mejor jugador del Zaragoza de largo. No solo eso, uno de los mejores de la historia en España. Yo venía del pueblo y, claro, al principio estaba un poco coartado. Llegaba, decía buenos días, me ponía en mi sitio y de ahí no me movía.

--¿Fue tan triste como cuentan el final de los Magníficos?

--Sí. Se crearon demasiados problemas con los directivos. Lapetra ya había cogido la enfermedad y se puso la cosa muy tirante; Santamaría regresaba de una sanción de un año y no tenía buena relación con Usón (Alfonso Usón, presidente entre 1967 y 1971); Villa tampoco se llevaba bien con él; Marcelino estaba en las últimas; Canario se fue... Aunque no eran tan mayores, el equipo se resquebrajó por ese lado y la reconstrucción fue difícil.

--Un lustro después irrumpieron los Zaraguayos, otro periodo feliz. ¿Cómo lo vivió?

--La gente también disfrutó bastante con ese equipo, que fue segundo y tercero en la Liga y jugó una final de Copa. Lo que pasó fue que no ganamos nada.

--¿Cómo era Arrúa?

--Otro genio, otro fenómeno. Aquí no estábamos acostumbrados a esos futbolistas. Era un mediapunta llegador, un crack. Y estaba muy bien acompañado, con Violeta, con Diarte, con Planas, con Rico... Era un equipo muy equilibrado.

--Jugó 14 temporadas y más de 200 partidos con el Real Zaragoza, pero no se quería ir.

--Había llegado Beenhakker y quería que siguiera en el equipo, pero el presidente dijo que ya llevaba muchos años. Sisqués me dio la baja. Luego aún estuve jugando en Binéfar tres años hasta que Avelino Chaves me ofreció entrar en la Ciudad Deportiva. Estuve en los alevines y al año siguiente ya con Luis Costa en el Deportivo Aragón (actualmente Zaragoza B).

--¿Cuántas faltas metió por la escuadra entrenando a porteros?

--(risas) Muchísimas. Al final le pegaba mejor que los jugadores. Al golpear a diario tantas veces consigues una mecánica muy buena. Vas perdiendo un poco de fuerza y potencia por la edad, pero sí, es verdad, acabas lanzando mejor que los jugadores.

--¿Qué habría hecho con esa zurda en su etapa como futbolista?

--¡Pues no era malo de jugador, eh! Lo que pasa es que era bastante vaguete para correr. Me acuerdo una concentración en Yugoslavia con Boskov que nos hacía correr por la orilla de un río unas series terribles. Irazusta era buen corredor, pero yo iba muerto y siempre terminaba el último y con calambres. Así que aparecía Vujadin y decía: "Los porteros, porca miseria". Irazusta y Zubeldia se cabreaban conmigo porque, claro, el malo era yo. Pero qué le voy a hacer, lo mío nunca ha sido correr (risas).

--Y luego, en la secretaría técnica, ¿cuántos partidos vería?

--Buff. No me atrevo a decirlo, a punta pala. Y jugadores ni le digo. Pero fíjese qué cosas pasaban. Una vez me mandó Pedro (Herrera) a ver un Francia-Dinamarca sub-21 para ver a dos jugadores. Cuando volví de Le Mans, le dije: "Te haré el informe de esos dos, pero hay otros dos que tienes que fichar". Eran Ben Arfa (fichó por el Marsella en el 2008) y Gourcuff (firmó por el Milan) e intentamos traerlos. Fue imposible, claro.

--¿La mayoría eran ya jugadores inalcanzables?

--Siempre decíamos que se nos escapaban los jugadores, pero es que era imposible traerlos. Cuando Forlán se fue al Manchester United, por ejemplo, Pedro lo tenía más que visto. Pero no había manera de competir con ellos. Juliá, por ejemplo, fue a ver a Ibrahimovic cuando tenía 17 años. Cuando fuimos a ver si lo firmábamos, el Ajax le acababa de pagar 6 millones de euros. En fin, que teníamos información de muchos y buenos jugadores, pero no había forma de poder traerlos. Es que no había forma.

--¿Y a Falcao?

--Pedro Herrera tenía muy buenos contactos en Sudamérica y lo pudimos haber traído, pero hubo una persona que no lo quiso porque salía de una lesión.

--¿Marcelino?

--Claro, era el que mandaba. Tenía muchas dudas de que quedara bien y trajo a Uche. Él tenía su forma de ver las cosas. Fíjese qué jugadores han venido aquí: los Milito, Milosevic, Nayim... A todos los trajo Pedro Herrera.

--¿Se acuerda del día que fue entrenador del Zaragoza?

--Claro. Un día, un partido. Cuando echaron a Víctor y ya estaba firmado Espárrago, yo puse el equipo que me dijeron e hice los cambios cuando me avisaron. Nada más.

--¿Qué tal con Víctor?

--Estuve de segundo con él, entrenando a los porteros. Entre Arjol, él y yo llevábamos al equipo en esos éxitos. Parece increíble que entre los tres lo hiciéramos todo. No le hacían falta siete u ocho ayudantes como ahora, que tienen uno para cada jugador casi.

--Ha conocido a muchos técnicos. ¿Qué le parece el de ahora?

--Paco Herrera es una persona muy equilibrada y sabe de fútbol, sabe de qué va esto. Lo que pasa es que las circunstancias mandan y el equipo que tiene no es de gran prestigio. Tiene que hacer un equipo nuevo con jugadores que no son de primera línea. Seguro que no esperaba encontrarse con esto, y eso que es un entrenador ideal para lo que necesitaba el Zaragoza, una persona coherente.

--De momento, ha aguantado en pie, que no es poco.

--Es una persona muy sensata. Cualquier otro les habría dicho: "Ahí os quedáis que me voy a mi casa". Pero él es muy coherente y trabajador. Desde fuera parece que no tiene un carácter fuerte, pero es una persona que sabe llevar al grupo y tratar a los jugadores. Él fue futbolista y sabe que esto va por rachas. Lo conozco desde hace años y hemos mantenido siempre una relación cordial.

--¿Le pidió consejo?

--Hace un par de meses subí a la Ciudad Deportiva a saludarlo y me preguntó muchas cosas. Estaba un poco alejado de lo que es esta plaza difícil. Se merece lo mejor, es muy buena persona.

--Tras más de 40 años en el Zaragoza, ¿cómo digirió el despido?

--Llevaban tanto tiempo diciéndolo, que me lo podía imaginar. No es que me lo esperara, pero sabía que ese momento iba a llegar. En cualquier caso, siempre estaré agradecido al Zaragoza.

--¿Cómo fue?

--Nos llamó Agapito a su despacho y nos dio la carta de despido a Pedro Herrera, a Costa y a mí.

--¿Y qué dijeron?

--Nada. Luego recurrimos el despido y conseguimos llegar a un acuerdo. Pero en ese momento qué le íbamos a decir. Era su forma de pensar y ya está.

--¿Más molesto por las formas que por el fondo?

--Claro, porque nos enteramos de todo por la prensa, que anunció que íbamos a recibir la carta de despido. Lo normal es que te avisen directamente y ya está. Después de tantos años, no es lógico que te enteres de estas cosas por terceras personas. Agapito nos pidió disculpas por el hecho de que había salido la información. Y, claro, le contestamos que nosotros no éramos los que lo habíamos filtrado. Al que lo escribió alguien se lo dijo. Y seguramente fue él, claro.

--¿Tuvo relación con Agapito?

--Muy poca. Nunca nos ha consultado nada ni hemos hablado de fútbol. Hacíamos informes de jugadores y tenía un contacto con él cordial pero siempre muy superficial. Si lo veías en las oficinas, lo saludabas y hablabas con él cinco minutos, pero nunca de fútbol. Nunca.

--¿Con quién hablaba entonces de las necesidades del equipo?

--Él solo tenía relación con Antonio Prieto y poco más. Yo no sé por quién se dejaba aconsejar, pero tenía sus ideas. No sabemos de dónde salían los informes para fichar a algunos jugadores. Hubo un jugador, por ejemplo, que recibió tres informes negativos de tres técnicos diferentes del Zaragoza y a los diez días lo fichó. En fin, que casi ni nos hablaba y, además, no hacía caso a los informes. Así, claro, ¿para qué nos va a tener ahí?

--¿Qué opinión tiene de él?

--Es una persona muy variable, poco estable en el mundo del fútbol. Las relaciones le duran nada. Los problemas vienen de muy atrás, de cuando fichamos jugadores como Arizmendi, por ejemplo, por la cantidad que lo fichamos y por la duración del contrato. El Zaragoza no puede pagar uno o dos millones de euros netos a seis o siete jugadores. Eso es imposible. Y ya se sabe: Ayala, Oliveira, Milito...

--¿En algún momento se llegó a imaginar que el Zaragoza llegaría a esta descomposición?

--No, en ningún momento. Lo que sí veía era que estábamos viviendo por encima de nuestras posibilidades.

--¿Se cometieron muchos errores en los fichajes?

--Las cosas tan atroces que hemos hecho las estamos pagando ahora. Yo no sé quién hizo operaciones como la de Ayala, pagando 6 millones al Villarreal, que lo acababa de firmar gratis. Y qué decir de Aimar. Yo estuve siguiéndolo todo el año porque el Zaragoza cogía los rivales que dejaba el Valencia. Cuando me enteré de que lo fichaban, les dije: "¿Pero estáis locos? Menudo favor le habéis hecho al Valencia". Ya no era el Aimar de sus buenos tiempos, pasaba mucho tiempo lesionado. ¡Fíjese lo que preguntaban a los técnicos! Pues eso, nada. No consultaban, tenían amistad con algunos representantes y ya está.

--Al final, tuvo razón.

--Era buena persona, pero no daba la cara, siempre mandaba a Ayala por delante. Y luego quería entrenar solo los viernes y jugar los domingos. Insisto, era buen chico, pero no quería entrenar y estaba en declive.

--¿Cómo ve las cosas ahora?

--Muy preocupado. A ver si somos capaces de subir y emerger, pero será difícil. Aquí todo el mundo dice "Agapito, vete ya", pero es su casa y tiene que venir alguien y que le compre el club. Gratis no lo va a dar, eso seguro. Pero, claro, quién lo va a comprar en estas circunstancias.