La historia de Marc Márquez con la afición italiana y, muy especialmente, con los millones de fieles de Valentino Rossi ha ido cambiando desde que, en el 2015, el Doctor le dio una patada al tetracampeón catalán en Malasia. El último incidente en el GP de Argentina, donde Márquez protagonizó una carrera arrolladora, con enorme fogosidad, llevándose por delante a Aleix Espargaró (Aprilia) y, más tarde, al propio Rossi, volvió a provocar una respuesta desproporcionada, esta vez verbal, del veterano campeonísimo italiano. «Yo tengo miedo de correr con él», llegó a decir Rossi, a quien nadie creyó.

Se llega ahora a Mugello, uno de los jardines de Rossi, y todo parece preparado para que las laderas del trazado toscano se llenen de miles y miles de seguidores amarillos, junto a la marea roja de los ducatistas. De ahí que la organización italiana del gran premio le consultase a Márquez si creía oportuno disponer este fin de semana de una protección especial, de algún guardaespaldas, pero el piloto catalán lo rechazó.

«Me lo sugirieron, sí. Fue una consulta muy amable, previsora, pero les dije que no porque no creo que tenga sentido algo así», comentó ayer el número 1 del equipo Repsol Honda. Elogiado por su serenidad cada vez que pisa territorio comanche, Márquez le quitó hierro al tema. «No me siento para nada en territorio hostil. Soy consciente de que el domingo todo será color amarillo, pero eso hará que la carrera sea más bonita».