El director deportivo del Real Zaragoza ha apagado las luces de posibles fichajes antes de que llegue la medianoche del 31 de agosto, algo casi inédito en las oficinas del club, que en las últimas temporadas ha esperado hasta el último segundo (en ocasiones ha metido contratos incluso por debajo de la puerta o le ha traicionado el fax). Ángel Martín González ya había echado ese candado desde hace tiempo, un mes en concreto, cuando aún se negociaba con Jorge Díaz y Jaime Romero, las últimas incorporaciones. Solo se miraban mediapuntas (Willian José entre ellos) y nada más, como ha reconocido el madrileño en rueda de prensa. La ilusión de un regalo o refuerzo de última hora (central o delantero entre las peticiones y deseos más populares) se ha desvanecido tres horas antes antes de que la LFP dé por zanjado el mercadeo veraniego. El Real Zaragoza se queda como estaba, con 13 adquisiciones que en principio asoman como insuficientes pese a que el equipo haya arrancado bien la temporada.

Manu Herrera (Elche), Bono (Atético) Isaac (Betis B), Marc Bertrán (Recreativo), Aria (Osaka Cerezo), Diamanka (Leganés), Erik Morán (Athletic), Hinestroza (La Equidad), Jorge Díaz (Albacete), Jaime (Udinese) Cezary Wilk (Deportivo), Ángel (Eibar) y Ortuño (UD Las Palmas). La plantilla ha sufrido una seria cirugía con entradas y salidas para utilizar 23 fichas --Ortí ocupará una de ellas-- de las 25 a que tiene derecho. En un principio se quería prescindir de Rubén y Abraham, pero el temor a que la lesión de Mario se prolongue más de los previsto y la simpatía deportiva de Popovic por el lateral, que ha retocado su contrato para hacer más viable su nómina para el club, han aconsejado que los defensas se queden. Por el camino, Jesús Vallejo ha sido vendido al Real Madrid con la condición de que esta temporada juegue en el Real Zaragoza en calidad de cedido.

La lógica euforia, aún reciente, de la victoria sobre el Almería ha activado el optimismo de la afición, siempre alerta con las necesidades de su equipo. El lavado de cara ha sido considerable y la mano de pintura que ha recibido el fondo del armario zaragocista, importante. hay más equipo que la campaña pasada, pero ¿y mejor? ¿Capaz para subir de forma directa como persigue la directiva? En este sentido se multiplican los interrogantes, que no se desprenderán del todo hasta que avance o acabe el curso.

No obstante y antes de que se sucedan más jornadas, se perciben huecos en ese grupo bien formado, fisuras que se deberán de disimular o superar. Ese quinto central, aunque no lo contemplara Martín González, puede echarse de menos. Mario, mártir de una lesión crónica, no garantiza muchos partidos en la alineación y Rubén, que ha tenido un arranque más que notable, sigue siendo un jugador que en cualquier momento puede rebajar su rendimiento si antes no le llama a filas la enfermería. El magnífico estado de forma de Cabrera y la garantía de Vallejo se presentan así como auténticos y solitarios avales en el eje de la retaguardia. Los riesgos no quedan del todo cubiertos en esta zona.

En el centro del campo sobra músculo de contención, aunque falta imaginación. La fantasía, la viga maestra de este proyecto que ha apostado por la velocidad, descansa en Hinestroza (ahora lesionado), Jaime, Pedro y quizás Jorge Díaz. Son la joya de la corona sin olvidar a Ángel, un delantero con gol y movilidad, capaz de aprovechar lo de los demás y lo suyo. La delantera se queda un poco corta, ya que Ortuño va para actor secundario y no hay nadie más para solventar algún imprevisto.

El Real Zaragoza se echa a la mar con una tripulación elegante y valiente. El ascenso que busca, la tierra prometida, dependerá mucho de que en esa travesía consiga esquivar las tormentas que van a azotarle.