—¿Qué hace ahora?

—Estoy jubilado y retirado de la actividad. Viviendo de cerca pero no dentro del fútbol, viéndolo porque al final es una parte muy importante de nuestra vida. Estoy muy bien de salud y de todo pero considero que ya no hay posibilidad de trabajar.

—¿Cómo empezó a jugar?

—En el Nacional de Montevideo. Me reclutaron en el interior, yo soy de Mercedes, un pueblo que queda a 300 kilómetros de Montevideo. El fútbol profesional acá en Uruguay está prácticamente en la capital así que me vine a Montevideo y estuve en Nacional ocho años. En ese periodo participé en varias Libertadores y ganamos una y cinco campeonatos uruguayos. Competí en el Mundial del 70 con Uruguay, que quedó en cuarto lugar. En el 73 pasé al Olympique de Lyón, donde estuve tres años. Y después regresé a Uruguay, a Peñarol que es el rival del Nacional, una de las grandes rivalidades del país. Luego empezó la época de prepararse para el retiro y jugué en un equipo menor aquí en Progreso, en el Deportivo Lara de Barquisimeto en Venezuela y ahí terminó mi actividad como futbolista.

—¿Ya quería ser entrenador?

—Sí, en mis últimos momentos de jugar en Progreso hice el curso para prepararme para entrenar y tuve experiencia en categorías inferiores en Nacional, dirigí al primer equipo en un periodo transitorio y estuve en Danubio, que fue campeón de Liga en el año 88. Eso nos posicionó para jugar la Libertadores el año siguiente y tuvimos una destacada actuación, salimos cuartos. Era un equipo muy menor.

—¿Cómo llegó al Zaragoza?

—A través de Cacho Blanco, compañero mío y exjugador del Zaragoza, que me contactó con el presidente Zalba y me invitó a esa experiencia europea. El club no estaba en su mejor momento, había perdido jugadores de la calidad de Señor, Vizcaíno, Villarroya... Intentamos posicionar al Zaragoza de la mejor manera, armamos equipo, llevamos a Poyet, a Pablo...

—Pero la experiencia no duró ni una temporada.

—Estuvimos en un periodo muy corto en el que los resultados fueron difíciles, no se consiguieron, pareció que dábamos algún vuelco contra Valencia, Cádiz y alguno más. Pero ahí la presión era muy fuerte y la verdad es que pienso que me faltaba un poquito más de fogueo. En un momento crítico que perdimos contra la Real Sociedad creo que ahí pusimos el cargo a disposición. Pardeza y otros jugadores me fueron a hablar para que depusiera mi actitud pero en realidad me vi superado por la situación. Recuerdo a toda la gente con la que trabajé cerca, el trato fue muy bueno. Recuerdo muy bien la parte humana pero la parte deportiva... menos mal que vino Víctor Fernández y que consolidó a esos jugadores que habían llegado y poco después lograron una Copa internacional.

—Habla de inexperiencia. ¿Su primera experiencia profesional había sido en Danubio?

—Sí, y Danubio era un equipo muy menor y con un grupo de jugadores muy jóvenes. Era una generación muy buena, Edison Suárez, por ejemplo, que lo llevamos para allá. Pero a él también le costó, como a mí, adaptarse a la dinámica de España.

—Pero fueron campeones por primera vez en la historia del club.

—Claro, fue muy meritorio, pero era una generación muy buena, jóvenes con un buen respaldo de un par de jugadores mayores y se consolidó un grupo que potencialmente era muy bueno. Al extremo de que el entrenador de la selección de la época reconoció que los inicios en la selección uruguaya del 89 la base principal eran esos jugadores de Danubio.

—Aquí se encontró muchos problemas. Vizcaíno se fue a tres días de empezar la Liga.

—Sí, quedamos muy debilitados sin la capacidad de Juan Señor, de Vizcaíno, de Villarroya. Chilavert fue muy problemático en esa época aunque por suerte nos encontramos que Cedrún respondió muy bien. Pero Chilavert es un tipo de una personalidad muy fuerte y no tuvimos muy buen encuentro. Se generó una situación que no era buena para el grupo.

—¿Con tantas bajas, cómo recompuso el equipo?

—Con lo que había. Tuvimos que convencer a Poyet para que jugara más a mitad de campo cuando lo llevamos como punta, pero al estar Higuera y Pardeza él no tenía muchas posibilidades de jugar de atacante. Se adaptó a una posición de volante por uno y otro lado y trabajaba muy bien, tenía muy buen juego aéreo. Y después consolidó todo eso, que fue imprescindible para que llegara al Chelsea. Pero eso lo disfrutó Víctor, que lo potenció.

—Había buenos jugadores que fueron la base de la Recopa.

—Habíamos hecho buenos fichajes, llegó Esteban como lateral izquierdo, Pascual Sanz en el medio campo, Belsué estaba también, en punta estaba aquel que jugó en Mallorca que luego fue a México, Higuera. Pardeza era extraordinario, una gran persona, y Narcís Juliá, excelente, excelente. No soportamos la presión de ese momento y no pudimos disfrutar un poco más de la experiencia en el Zaragoza.

—Al principio de la temporada se hablaba de entrar en la UEFA ¿Las expectativas eran muy altas teniendo en cuenta que el equipo era joven y nuevo?

—Al año siguiente se pudo concretar eso. Aparte la participación en Copa, con el recuerdo de Rubén Sosa y todo eso, era un plato fuerte para la gente y nosotros tuvimos un cruce con el Sporting de Gijón que aparentaba ser accesible y ahí nos quedamos. Además, aunque al principio yo no me manejaba mucho, pero recuerdo que Zalba tuvo dificultades también. Había una transición hacia las sociedades anónimas y era todo complejo.

—Hubo fichajes durante el año, como el de Mateut.

—Sí, dentro de las posibilidades el club hizo esfuerzos por traer jugadores.

—¿Chilavert se enfadó porque jugó Cedrún en la Copa?

—Sí, no sé, no quiero hablar mal de él en la distancia, pero es de esas personas que difícilmente se quedan calladas y aceptan una corrección. Ha sido un exitoso arquero, hay que reconocérselo.

—¿Cómo se toma un entrenador que el portero quiera lanzar los penaltis y las faltas?

—Pienso que él se lo ganó en base a imponer su personalidad sobre otros compañeros. En Zaragoza recuerdo de verlo tirar un penal y volver corriendo para el arco porque lo podían sorprender. Él tenía una pegada muy buena, si lo veías en los entrenamientos veías que era capaz de hacerlo. Pero no se lo enseñamos ahí, ya lo tenía.

—Señor se había retirado pero, ¿seguía cerca del equipo?

—Sí, estuvo cerca pero muy poco, la etapa de pretemporada participó con nosotros y después tuvo ese problemita que le habían detectado que al final no sé si era real o no. Yo quise a Edison Suárez, que pensaba que podía reemplazar lo que aportaba en el juego Juan Señor pero le quedó grande, como seguramente me quedó a mí la dirección técnica del Zaragoza.

—¿Se imaginaba que Víctor Fernández iba a llegar tan lejos?

—Evidentemente sí, era una persona de una gran formación, estudioso y no hay más que ver el éxito que tuvo en los buenos destinos que tuvo después. Tenía la humildad de aceptar cosas, de observar la trayectoria de sus anteriores y consolidó una trayectoria muy buena.

—¿Cómo era La Romareda entonces, pitaba mucho?

—Sí, sí, nosotros desconocíamos eso. No la presión que existe en el fútbol pero sí que los pañuelos y eso desestabilizaban un poco nuestra posición. Que tampoco era muy fuerte porque era la de un entrenador joven, con poca experiencia, que iba a ese desafío que era muy grande, en aquel momento el más importante que había asumido en mi vida.

—¿El club le dio algún ultimátum?

—No, no, incluso ellos hicieron todo lo posible para que yo depusiera la actitud de irme, pero se dieron unas circunstancias particulares mías y del profe que hicieron que dimitiéramos.

—Eso no es muy habitual.

—Sí, es una de las cosas que me cuestiono en mi actitud en la vida. Siempre que veo que puedo perjudicar el funcionamiento de algo colectivo en lugar de gastar toda mi energía ahí prefiero dejar el lugar y que asome otro.

—¿Después siguió al equipo?

—Salvaron el descenso, que era lo poco a lo que se podía aspirar en aquel momento, y después con Víctor hicieron una actuación muy buena, ganaron una Copa y una Recopa. Últimamente que pasé por España estuve con Juliá. Recordaba la despedida que me hicieron los jugadores, técnicos y empleados del club porque decía que nunca había vivido nada igual. Tengo un recuerdo muy lindo de una plaquita que me entregaron en la despedida en la que habla de haberse sentido muy cómodos con el trato personal y profesional del cuerpo técnico.

—La plantilla estaba con usted.

—Sí, sí, al final los jugadores responden dentro de la cancha y pienso que ahí hicieron el máximo. Por el contrario en un equipo siempre hay jugadores que no están del todo contentos. Pero conocí gente maravillosa. Andoni Cedrún era una de ellas.

—¿Mantiene algún contacto?

—Estuve personalmente con Juliá en Barcelona hace un par de años. En realidad soy poco de cultivar relaciones humanas. Para mí toda la comunicación telefónica y todo esto de las nuevas tecnologías... no me siento cómodo, no las utilizo prácticamente.

—¿Al ver el éxito que tuvo después el equipo se arrepintió de haberse marchado?

—No, no. Por supuesto sentía no poder estar con ellos. Pero la realidad es que hay momentos en que uno toma decisiones y no puede estar toda su vida pensando otra cosa. No, nada de eso. Me pone feliz ver que toda esa gente que conocí tiene el reconocimiento por todos lados. Con Víctor nunca hubo contacto pero a través de gente uruguaya que trabaja por ahí nos hemos mandado los buenos recuerdos.

—Al marcharse de Zaragoza, regresó a Uruguay.

—Sí, tuve varios periodos en Danubio. Dirigí de forma interina la selección uruguaya durante cuatro partidos y nos tocó jugar el último partido en Maracaná contra Brasil. Era clasificatorio y nos ganó Brasil con Romario y Bebeto y quedamos fuera de la Copa del Mundo. Estuve como ocho años alternando Danubio, Progreso, y también estuve dos años en Guatemala y lo último que hice fue en Costa Rica. Acá en el país hasta hace tres o cuatro años trabajé en Bellavista y Danubio nuevamente en un periodo corto. Ahí se truncó mi carrera, empecé con unos problemas de prótesis de cadera. Estoy muy bien pero me llevó mucho tiempo la recuperación. Estoy permanentemente viendo fútbol y enterándome de todo lo que pasa. Pero desgraciadamente al Zaragoza no lo puedo ver, no llega.

—¿No tuvo la oportunidad o las ganas de volver a Europa?

—No, no me siendo cómodo fuera de mi casa, de mi país. Es un esfuerzo muy grande.

—Solo viene de visita.

—Tengo un hijo en Barcelona y otro en Estocolmo. Cada tanto nos tenemos que hacer una vuelta por ahí para ver a los nietos.

—¿Y a Zaragoza?

—No he vuelto nunca. Como decía el utillero del Zaragoza, nunca vi un mal jugador paraguayo ni una mala persona de Uruguay. De eso no me he olvidado jamás.