El Real Zaragoza no aparece en la geografía ilustre de la Copa del Rey desde la temporada del último descenso, cuando alcanzó los cuartos de final contra el Sevilla en un partido de vuelta que se despreció sin medias tintas con Manolo Jiménez en el banquillo. El equipo era 13ª en esas fechas y hubo un paso atrás en el Sánchez Pizjuán para, supuestamente, reponer fuerzas de cara a una Liga que se complicaba. Al final perdió la categoría como último clasificado y desde entonces no ha vuelto. Agapito Iglesias, el jeque del ladrillo' se presentó en la sala de prensa de la Romareda en el verano del 2006 y marcó una nueva hoja de ruta después de que el conjunto aragonés perdiera la final frente al Espanyol tras dejar en la cuenta a Alicante, Xerez, Atlético, Barça y Real Madrid (el espectacular 6-1 en el Municipal). Según el entonces nuevo propietario, era el momento de que luchar por la Liga. Se lució el empresario soriano despreciando una competición de fuertes lazos sentimentales e históricos para el club para anteponer uno de sus múltiples y fracasados sueños faraónicos. En Segunda, el Valladolid, el Llagostera, el Albacete y el Alavés de Natxo González tumbaron al conjunto aragonés a las primeras de cambio en una procesión triste y asumida, con la vuelta a Primera como asunto prioritario sin consumar.

Mañana por la noche, el Real Zaragoza regresa a su competición con el Granada, hoy en día con objetivos muy distintos a aquellas épocas de vino y rosas en las que partía en las primeras posiciones de la parrilla. Sin embargo, no estaría de más que en esta ocasión se tomara al Copa un poco más en serio. Porque, si bien es cierto que ha de ser consecuente con su actual situación, debería de buscar un equilibrio entre la administración de los esfuerzos y un mayor atrevimiento para superar rondas e impulsar la autoestima y el apetito de un vestuario ansioso ahora mismo de retos. Sería una forma de romper de nuevo con el pasado, con esa depresiva y timorata rendición antes de ni siquiera disparar la primera bala. La atmósfera invita a apostar por un recorrido más largo, por aprovechar la ola buena de la victoria contra el Córdoba y enviar un mensaje multiplicado de optimismo a una afición que lo recibiría con los brazos abiertos. No es cuestión de ir más allá ni de proponer quimeras, pero sí de alimentar a un grupo y a una hinchada que necesitan disfrutar mientras puedan. A ser posible sin fecha de caducidad.

Habrá rotaciones, pero convendría presentar una alineación fortificada con un buen puñado de titulares. El fútbol tiende a los cambios en masa cuando se suceden los partidos sin tiempo casi para la recuperación. Es una práctica prudente si dispones de una plantilla con mucho fondo y calidad. Si sólo se persigue pasar por encima de un compromiso forzado e incómodo, da igual quién juegue. El Real Zaragoza tiene la gran fortuna de que no va a poder desentenderse de la Copa ni aun pretendiéndolo porque todavía no se distingue con gran nitidez entre nobles y plebeyos, entre futbolistas de cámara y de acompañamiento. Será entonces la actitud del grupo y las intenciones del cuerpo técnico los que marquen la pauta. Un brindis frente al Granada sería una pequeña fiesta, un suplemento de ilusiones sin que la derrota supusiera, en ninguno de los casos, frustración alguna.