El Real Zaragoza había escrito una carta a los Reyes Magos en el mes de enero. Desde su modesta posición, pedía un techo para cobijarse y que el invierno pasara lo antes posible. Muy cerca de los puestos de descenso, con Natxo González a punto ser despedido de semejante belén, el equipo se puso a jugar y a ganar partidos. Uno detrás de otro, sobre todo en La Romareda, donde aflojaba al más mínimo contratiempo. En cinco meses ha pasado de dar brochazos al aire a pintar el cuadro perfecto, la clasificación para la promoción de ascenso como tercero y con el Numancia de rival en la primera eliminatoria que comenzará este miércoles en Los Pajaritos. ¿Cómo lo ha ha conseguido? Con tenacidad hasta el último aliento y gracias también a que el resto de aspirantes han sido incapaces de mantener la regularidad necesaria.

Se plantó en el Miniestadi después del huracán Natxo González con un once plagado de zapadores y el capitán Alberto Zapater al frente y ganó al Barcelona B permitiéndose el lujo de fallar dos penaltis. El objetivo era salvaguardar a las joyas de la corona y a la mayor parte de los titulares para afrontar la semifinal como cuarto. Como el Córdoba se llevó por delante al Sporting, se ha embolsado todos los premios: tendrá a su favor el factor campo y los empates totales caerán de su lado por ser el mejor de los cuatro aspirantes a subir. El Numancia, a vista de pájaro y sin fiarse lo más mínimo, hubiera sido elegido a ciegas como adversario de este pulso. Pues los sorianos, que han estado casi todo el curso arriba, se han metido en la pomada sobre la bocina. Por pedir que no quede. Oviedo y Osasuna en la cuneta. Eso sí, si consigue pasar de ronda, le esperarán en la final Sporting o Valladolid, dos huesos muy duros.

El ascenso a cuatro partidos. No era ese el objetivo de este proyecto en teoría a dos años, económicamente supeditado a una apuesta en bruto por futbolistas que venían a hacerse un nombre desde categorías inferiores, desde el retiro o procedentes de ligas menores. Muchos jóvenes anónimos y veteranos sin excesiva fama. Cuando finalizó aquella primera vuelta de horror, González dijo. "Esto va a acabar fantásticamente". Lo fantástico fue que Zapater, Delmás, Guti, Lasure y Pombo empezaron a dar la talla muy por encima de lo previsto. Se sumaron los zaragozanos al liderazgo compartido de Cristian Álvarez en la portería y Borja Iglesias en la delantera y todo comenzó a ir sobre ruedas. Lo que antes era una pendiente imposible se hizo una cuesta abajo sin frenos, una recuperación en la que La Romareda ha tenido un papel sanador impagable.

El Real Zaragoza ha ido cogiendo cuerpo competitivo durante el tramo final, pero su destino hubiera sido otro bien distinto sin el abrigo de una afición que ha vivido con pasión los malos y los buenos tiempos, reconociéndose parte del club, de sus necesidades y de sus conquistas deportivas. A los futbolistas le resta un último golpe de riñón para regresar al paraíso, pero a rebufo de un estadio de Primera División, todo se le presenta bastante más fácil.