Hace más de quince años que a Pepe Díaz se le ocurrió la idea de organizar comidas con curtidos veteranos del Real Zaragoza, que andaban un tanto deslavazados con el paso de los años. Bien es sabido que los componentes de la generación de la Recopa, por ejemplo, mantienen un contacto estrecho mediante un grupo de whatsapp. Se ven en reuniones, comidas, actos, medios de comunicación, juegan un partidillo a la semana, se retan al pádel... No ocurre lo mismo con representantes de etapas anteriores, que habían terminado por perder el contacto. Cosas del tiempo, de la distancia, sobre todo de los "veteranos más veteranos", como dice el anfitrión, que, tras madurar el proyecto, lo cristalizó en lugar y forma el primer miércoles de cada mes a la hora de comer, una cita en la que algunos han encontrado casi un aliciente vital.

Hay algunos que no fallan nunca a esta comida propiciada por Díaz al quedarse con un local de la calle Pedro Laín Entralgo tras realizar una obra con su empresa promotora. Futbolista del club aragonés entre los años 67 y 70, el extremaño --nació en Barcarrota (Badajoz) y se crio en Madrid pero lleva casi medio siglo en Zaragoza-- echaba de menos a todos aquellos amigos que encontró en el fútbol y perdió en el tiempo. Así que, poco a poco, fue reuniendo en torno a una extensa mesa a buena gente, sobre todo del fútbol.

Presumen de que por allí han pasado grandes personajes, aunque su fuerte no está en la memoria. Estuvo Di Stéfano, "el más grande", o Fusté, figura importante en el Barcelona de los 60. A ambos se les distingue entre las decenas de fotos que decoran la larga pared del local, donde se impone por amplia mayoría el zaragocismo. Hay muchos magníficos. y, por supuesto, Magníficos. Algunos de ellos, como Canario, no faltan nunca a la cita. El Pajarito sigue inquieto y ágil como cuando recorría la banda derecha de La Romareda. Apenas se sienta para llevarse tres tenedores a la boca. No para, trayendo y llevando platos, vasos, cafés, lo que haga falta. Le lanzan bromas al aire y el brasileño las para con el pecho, las baja y a jugar. La atmósfera rezuma buen humor y cariñosas puyas. Son dardos al estilo de aquellos de Lázaro Carreter, cargados de mordacidad. Predomina el cariño, no obstante, el buen trato entre aquellos que compartieron complicidad de vestuario.

El Pitico Reija, Manolo González y Fontenla no fallan nunca. Tampoco Pepe Rodrigo o Rafa Teresa. Y acude gente diversa como Miguel Ángel Tapia, director del Auditorio; Gustavo Pérez, exdirectivo del CAI; Juan Antonio Gracia, canónigo del Cabildo y capellán durante muchos años del Real Zaragoza; el doctor Miguel Ángel Rota, vicepresidente del club con Alfonso Soláns; Pepo Español, presidente de La Peñaza. Se echa de menos a algunos que fueron bien importantes, como Julito Bernad o Jesús Domingo, que podían contar batallitas de la época de Torrero. Y ha empezado a fallar otro mítico como Julio Azcón.

El primer miércoles de febrero le tocó cocinar a Manolo Villanova, que fue portero, entrenador, secretario técnico y no se sabe cuántas cosas más del Real Zaragoza. Le toca siempre, en realidad. El martes anterior a cada comida se reúne con Miguel Herrer, que luego ejerce de perfecto pinche, para acudir a Makro a comprar los ingredientes elegidos. Fue arroz el último día, bien acompañado con conejo, choriceta... "Es lo que más les gusta", cuenta Villanova, que no es nuevo en estas labores. Cocinó en más de una ocasión para sus futbolistas en la Ciudad Deportiva. "También hago ranchos, pescados, entremeses... Si alguna vez invita alguien y toca marisco, se lo dejo a Fontenla y yo hago de pinche". Nadie se queja. Las conversaciones se diluyen en una mesa de veinte comensales en la que, curiosamente, apenas se habla de fútbol. "Casi nunca --especifica el anfitrión--, a no ser que venga un invitado que insista en preguntar. Pero hablamos todos el mismo idioma, la relación es muy buena. Es muy bonito, de verdad. Y soy muy feliz de haber conseguido que se instauren estas reuniones".

Se habla de todo entonces, menos de política, prohibida. Repite Pepe Díaz que, sobre todo, allí va gente de fútbol, buena gente. "Han venido casi todos los presidentes desde los años 70, desde Soláns hasta Bandrés, pasando por Miguel Beltrán o Pepe Gil. Y los Magníficos Juan Manuel Villa, Marcelino, Pais, Santamaría...". Dejan fotos para la historia, imágenes que no volverán en largas charlas de sobremesa en las que nunca faltan las mesas de guiñote. Ahí vuelven las puyas, los ocurrentes dardos mientras la luz de la tarde se escapa por la ventana. Se hacen las seis, las siete, alguna vez las ocho, antes de que el local quede en silencio, a la espera de que los magníficos veteranos se sienten otra vez para llenarlo sin palabras de aquellos maravillosos años de fútbol.