El fútbol son dinámicas y estados de ánimo y el Real Zaragoza, desde la llegada de César Láinez, ha sabido subirse a una ola buena que le ha dado 11 puntos de 15 y le ha alejado, con el triunfo sin brillo y lleno de esfuerzo colectivo en Miranda de Ebro, de casi cualquier fantasma del descenso a Segunda B. Tiene siete puntos de renta y está a siete del playoff. Restan 21 por jugarse. Tiempo pues de cuentas, si se quiere, pero la verdad incuestionable es que el Zaragoza es mucho mejor desde la llegada de Láinez, que ha logrado revertir una dinámica que con Raúl Agné apuntaba al abismo del descenso y a la desaparición. Esa medalla ya se la puede poner el exportero, que ha cambiado al equipo dándole la vuelta como a un calcetín. De ser un alma en pena y caerse a las primeras de cambio a tener siempre alma y espíritu competitivo, a veces acompañado de fútbol.

No fue el caso en Miranda, porque, como ante el Mallorca una semana antes, el Zaragoza estuvo espeso con el balón y bajó el nivel en la segunda parte, algo habitual, aunque también hay que reconocer que Láinez ha logrado que su equipo lea mejor los partidos cuando las fuerzas fallan. Ni un gol le han metido en las segundas partes. Ni un gol ha metido tampoco su Zaragoza tras el descanso en los cinco partidos de la nueva y salvadora era.

En Miranda de Ebro, ante el colista y casi descendido Mirandés, se agarró a un gol de rebote del de siempre, de Ángel, en un mal despeje del portero, y a una buena capacidad de resistencia atrás y al compromiso colectivo. Suficiente para llevarse los tres puntos de Anduva porque ahora el viento viene de costado y las cosas casi salen a pedir de boca.

El Zaragoza no tardó en frenar el ímpetu del Mirandés en el arranque del partido y gobernó la primera parte, aunque lo hizo sin tener la posesión, pero sí sabiendo maniatar a un rival que desde el principio tuvo en Guarrotxena y Urko Vera a sus jugadores con más peligro. El espigado ariete del Mirandés examinó a José Enrique y a Cabrera, pero el duelo lo ganaron los zaragocistas, especialmente el uruguayo.

Una chilena de Urko Vera atrapada por Ratón, sobrio en cada una de sus acciones, fue el primer aviso local, que lo intentó otra vez por medio de Guarrotxena. Sin embargo, el Zaragoza fue creciendo en el encuentro y la presión arriba de su rival le permitió encontrar huecos. Vio uno Pombo, pero Ángel no llegó por poco a su pase, y encontró Cabrera otro por el carril para que su centro lo despejara Roberto al cuerpo de Ángel, que ya marca hasta de rebote. La de Miranda fue su decimonovena diana. Casi nada el valor del canario...

GOBIERNO SIN BALÓN / El Mirandés quedó noqueado con el gol, aunque siguió buscando caminos hacia Ratón, sin resultado. El Zaragoza aguardaba su oportunidad para sellar el pleito. La tuvo Ángel, tras gran jugada de Zapater, pero la acción estaba invalidada por fuera de juego, aunque el canario había fallado un gol de los de no creer.

Cómo lo vería Pablo Alfaro que su primer cambio ya llegó pasada la media hora, cuando retiró a Álex García, al que Isaac le estaba ganando siempre, para sacar a Sangalli. Un disparo desviado de Guarrotxena y una cabalgada de Isaac, a muy buen nivel en la primera parte y peor después, trajeron un descanso donde la victoria zaragocista era tan ajustada en el marcador como cómoda por la falta de sufrimiento.

Toda la ración de padecer vino después. El Zaragoza ya había tenido poco balón, pero en el cuarto de hora inicial del segundo acto directamente ni lo olió. El Mirandés se volcó por la banda de Isaac con las subidas de Kijera apoyando a Guarrotxena y pudo marcar en un remate que se le fue a Urko Vera de forma inexplicable. Fue la gran ocasión del rival, que también probó fortuna por medio de Kijera, Fran Cruz y, sobre todo, Guarrotxena, que obligó a una buena parada a Ratón. El Mirandés vivía de centros laterales y de envíos al área, aunque ahí la respuesta del portero, de Marcelo Silva, José Enrique o Cabrera era la adecuada.

Trató Láinez de paliar la falta de balón con la salida de Cani y de ganar músculo con Valentín. Ni uno ni otro tuvieron el efecto buscado, aunque el Mirandés, donde Pablo quemó las naves con Fofo y Pedro Martín, cada vez acusaba más los nervios y el cansancio. Aún tuvo otra Urko Vera de cabeza, pero el delantero no acertó y la entrada al campo de Samaras sí que contribuyó a alejar del área zaragocista al equipo local.

El griego, tras casi tres meses, dejó su primera acción de mérito en un buen envío para que Ángel se entretuviera y llegara el corte de Kijera. Con todo, el Zaragoza no sufrió en los últimos minutos y firmó una victoria con lo justo y repleta de oficio para que ya divise la meta de la salvación.