--A los 14 años, cuando llega al Madrid, decían que era el mejor infantil de España. ¿Por qué?

--No sé si es verdad o leyenda (sonríe). Me di a conocer por el programa de televisión Torneo. Me dieron el trofeo al mejor jugador. Yo, a los 14 años, en 1979, llegué a los infantiles del Real Madrid. Tenía para irme Barcelona, Sevilla, Betis o Recre, pero me decidí por el Madrid.

--Pardeza, Míchel, Sanchís, Martín Vázquez y Butragueño, la Quinta del Buitre....

--Aquella generación fue un punto de inflexión. Fue la del cambio, España venía de un fracaso estrepitoso en el Mundial y hay que verlo todo en la situación del país, en el intento de golpe de Estado... Aquello fue un aire nuevo para un país nuevo.

--Usted se fue del Madrid diciendo que no se podía luchar contra un mito como Butragueño.

--Es que ocupó un lugar casi inalcanzable. Fue un icono que simbolizaba mejor que nadie aquel cambio global en España.

--Llega al Zaragoza cedido en 1985 y se logra la Copa.

--Fue mi oportunidad de jugar en Primera de forma continuada. Y se juntó esa irrupción mía en la élite y la gran temporada del Zaragoza. Para mí fue un año decisivo en mi carrera.

--Tras regresar al Madrid volvió un año después de forma definitiva. ¿Qué le decidió a quedarse?

--Tuve muchas cosas para ello: el sitio donde mejor me expresé, una ciudad familiar y un club que creía ciegamente en mí.

--¿Sabe el precio de su traspaso?

--Fueron, creo, 50 o 60 millones de pesetas. Miguel Beltrán, Paco Santamaría, Avelino Chaves, Luis Costa... Todos fueron decisivos para mi regreso y sin ellos no habría vuelto. Uno está donde quiere y donde apuestan por él. Y lo hicieron muy fuerte.

--Tras Luis Costa pasa por el banquillo Radomir Antic. ¿Qué recuerdos tiene de él?

--Su paso como entrenador creo que fue magnífico, recuperó al equipo y sacó gente joven. Tenía gran predisposición al trabajo e introdujo muchas novedades en los entrenamientos.

--La historia del Zaragoza empieza a cambiar en la 90-91, con aquella promoción, con la gestación del equipo de la Recopa...

--La conformación de aquel equipo fue progresiva. Rozamos caer tan bajo para levantarnos. El equipo se rehízo, se reinventó y llegaron años extraordinarios, con la culminación en París.

--En aquel año tan difícil el entrenador de inicio fue Ildo Maneiro.

--Un hombre cabal y razonable, que llegó en los comienzos de una etapa, que son duros. El día de su marcha pocas veces he visto que se generase tal manantial de sentimientos en un vestuario.

--Zalba apostó para su relevo por un Víctor Fernández muy joven. ¿Qué pensó en ese momento?

--Era una decisión valiente, arriesgada y salió bien. La manera de entender el fútbol de Víctor encajó con el perfil del jugador que había para que el equipo cobrase una identidad que le llevó hasta tan arriba. Lo importante en el fútbol es hacer cosas razonables y buscar la excelencia, le gustaba jugar bien y los buenos futbolistas y aquí había un buen ramillete de ellos.

--Usted renueva por 5 años en la 91-92. ¿Pudo irse entonces?

--Hubo intentos, del Atlético, sobre todo, también el interés del Barça, pero la movilidad que existe ahora no la había entonces. Hoy es difícil completar diez años seguidos en un mismo sitio. Higuera también tuvo ofertas para irse. Pero Zaragoza era una buena ciudad y me quedé encantado, encontré mi sitio y me sentía valorado y querido.

--Tuvo aquí varios presidentes, Aznar, Beltrán, Zalba y Soláns padre e hijo. ¿Se queda con alguno?

--Son personas muy diferentes. El que tenía una personalidad más marcada era Soláns padre, porque venía de un contexto distinto. Yo tengo un buen recuerdo de todos, Zalba asumió una renovación en mi caso que no era sencilla, Beltrán me trajo y de Soláns, con su peculiaridad, tengo un gran recuerdo, como también de su hijo. Soláns padre tenía su propio estilo. Él dijo que venía a disfrutar, igual que hacía viéndolo por televisión. Así lo hizo. Y nosotros nos beneficiamos.

--En 1993 pierden la final de Copa contra el Real Madrid. ¿Qué significó aquella derrota?

--Fue la confirmación de que se podía hacer algo. Un equipo no es de verdad una realidad hasta que no se enfrenta a verdaderos desafíos. Perdimos 2-0 en la final, pero salimos fortalecidos. Hay derrotas que te ayudan a crecer y aquella nos ayudó.

--Esnáider llega en 1993 y Víctor pasa a jugar con él, usted e Higuera arriba. Menudo tridente...

--Con Paquete tuve una gran complicidad. Para mí, ha sido uno de los grandes que ha pasado por el club. Con mucho talento y vitalidad, con el mejor desmarque en profundidad que vi. Juan era un grandísimo jugador, con temperamento. Encajó bien, era ambicioso y dejó una huella imborrable. No era fácil encontrar un punta tan polivalente.

--¿Fue el 6-3 al Barcelona el mejor partido de aquel Zaragoza?

--Aquel fue grande por el rival tan potente, pero jugamos muchos buenos e imborrables partidos. Es difícil quedarme con uno. En la Recopa también los hicimos extraordinarios, como el de Feyenoord, que para mí fue clave. Nos hizo campeones.

--¿Aquella Recopa fue la cima del club y la suya?

--Está claro. La Recopa era un torneo difícil, más valorado entonces que la UEFA, y para los que rondábamos los 30 sabíamos que era la última gran oportunidad de hacer algo grande, en nuestra carrera y en el zaragocismo. Fue un gran hito personal y colectivo. El desenlace, además, forma parte de la mitología del fútbol, el gol en el último suspiro, la ejecución de Nayim... Se dieron todos los elementos para ser recordado siempre.

--También su recogida del trofeo con la medalla en la boca. ¿Cuántas veces se lo han recordado?

--Muchas, siempre entre risas. Le puse la nota chaplinesca, para que tuviera su toque de humor. Se me acumulaban los reconocimientos y en algún sitio los tenía que colocar.

--¿Por qué cree que el club no aprovechó ese tirón, ese punto álgido que fue la Recopa?

--Se comete un gravísimo error, el de la superstición del cambio. Aquella generación merecía más crédito. Ese equipo tenía aliento para algo más y el buscar esa evolución natural se terminó por convertir en un problema.

--¿Hasta qué punto llegó su enfrentamiento con Víctor?

--El normal entre un técnico y un jugador que llevaba nueve años, que se sentía con fuerzas para seguir y que sin que existieran explicaciones razonables se ve fuera. Les pasó a otros. Son cosas del fútbol, mi carrera se tenía que acabar, pero para mí no era la hora.

--Su última temporada, la 96-97 fue durísima. Jugó poco, tres entrenadores, una salvación milagrosa, murió Soláns...

--Es verdad. Fue muy dura. Me hubiera gustado irme ayudando al equipo. Con el tiempo lo ves de otra manera. Por encima del final, a mí me queda el recuerdo global.

--El recuerdo de 368 partidos oficiales, 97 goles y 3 títulos.

--Una relación muy fructífera y satisfactoria. El Zaragoza ha estado y estará en mi corazón. Allí me desarrollé y viví mis mejores momentos.

--Y le dio la posibilidad de ser internacional cinco veces.

--Me siento orgulloso. Fui campeón de Europa sub-21, olímpico, tuve la suerte de llegar a un Mundial. Todo eso se lo debo al Zaragoza.

--Llega a la dirección deportiva en el 2002, tras el descenso.

--Cuando dejé el fútbol no tenía mucha intención de volver, ni me saqué el título de entrenador. La dirección deportiva estaba en ciernes en España. Valdano había sido el pionero y era una figura casi novedosa. Cuando el Zaragoza me lo propuso, me pareció una aventura para vivir en un club que conocía bien y en la ciudad en la que vivía.

--¿Cómo fue su relación con Paco Flores, el entrenador entonces?

--Bajar, tras tantos años seguidos en Primera, fue un trauma y la obligación de subir genera tensiones. Era muy difícil que hubiera una relación fluida, porque nos diferenciaba la edad, la sensibilidad... Fue un trato cordial salvo cuando las discrepancias se alimentaron, especialmente en el segundo año, en Primera, ya que nuestros puntos de vista eran diferentes. No lo viví como un drama y no busqué un enfrentamiento, ni él imagino que lo haría, aunque sí hubo discrepancias, como con la continuidad de Galca.

--Se va en enero del 2004 y llega Víctor Muñoz. El equipo reacciona y gana la Copa en Montjuïc.

--Lo primero, un cambio de entrenador no es agradable, porque los daños colaterales son tremendos. Pero ese cambio no pudo resultar mejor, porque el equipo se levantó, llegó la permanencia y un título de Copa ante uno de los Madrid más potentes en la historia.

--Savio, Villa, los Milito, Ewerthon, Ponzio... ¿Está orgulloso de los que llegaron esos años?

--Era un trabajo conjunto y Pedro (Herrera) y yo veíamos el fútbol de una manera parecida. Pedro no ha sido en absoluto valorado. Junto a Avelino Chaves ha sido el que más influencia ha tenido en el Zaragoza. Me parece la persona más capaz y preparada en el fútbol profesional. Vinieron grandes futbolistas, algunos salieron mejor que otros, y sobre todo teníamos en cuenta el espíritu del Zaragoza. El cómputo general fue más positivo que negativo, más allá de que el desenlace en el 2008 fuera malo.

--Agapito Iglesias llega en el 2006, sigue usted en la dirección deportiva y dos años después se baja a Segunda. ¿Qué ocurrió?

--El club entró en una vorágine de euforia del todo puedo que nos perjudicó mucho. El cambio venía precedido de iniciativas que parecían que darían un impulso tremendo y el Zaragoza entró en una inercia contratista perjudicial. Saber renunciar, poner límites, es tan importante como poder elegir. El equipo se infló, se inflacionó. Dicho esto, el desenlace del 2008 era tan inesperado, tan injusto, que quizá fruto de eso llegaron todos los problemas posteriores.

--Aquella plantilla de la 07-08 era la más cara de la historia y con un nivel tremendo. Y se bajó.

--Yo fui muy criticado por decirlo, pero sigo teniendo dudas de que aquella plantilla no haya sido de las mejores, sino la mejor, de las que tuvo el Zaragoza en su momento. Posiblemente existieron problemas de adecuación y al club le costó digerirla, con tantos internacionales, con tantos jugadores de primer nivel.

--¿Hasta qué punto Agapito influyó en ese descenso?

--Tuvo su influencia, como la habría tenido cualquier dirigente. Pero, si me pregunta si Agapito fue el responsable directo de aquel descenso, digo rotundamente que no. Ni mucho menos. Había una plantilla cualificada. El Zaragoza se fue a Segunda por imponderables, que se nos escaparon a todos. Posiblemente pudimos graduar más esa reconversión a un equipo más potente, hacer ese cambio de una manera más progresiva. Lo hicimos en aluvión, de forma convulsa, y eso acabó interfiriendo mucho.

--Dimite en el 2008, lo que no es muy común. ¿Por qué se fue?

--Me sentí parte responsable de ese descenso y pensé que tenía que irme. Fue algo personal. También veía que tal y como evolucionaban las cosas iba a ser complicado trabajar con naturalidad. Nunca le he dado vueltas. ¿Podía haberlo hecho más tarde? Posiblemente, pero pensé que era el momento.

--Desde el 2008, el Zaragoza está pasando una época muy dura. ¿Cómo la ve desde la distancia?

--Con tristeza, porque ni el club ni la ciudad merecen esta travesía por el desierto que ya dura mucho tiempo. Su sitio tiene que estar en Primera sí o sí.

--¿Cómo cree que le ha sentado el cambio de propiedad, la salida de Agapito en el 2014?

--Se llegó a un nivel de crispación y de división imposible de manejar. Es que daba igual lo que se hiciera. Aquello se convirtió en un asunto personal, así era imposible trabajar y tarde o temprano estaba claro que Agapito se tenía que marchar. ¿Después? No estoy allí y es difícil juzgar. Los presupuestos y las limitaciones son tremendas en Segunda. El panorama no puede tener más obstáculos. De los que están, al que más conozco es a Carlos Iribarren, a los otros propietarios, nada. Al que conozco bien es a Martín González, porque fue compañero mío en el Castilla. Me parece una persona bastante equilibrada y sensata.

--Salió de la dirección deportiva del Madrid en el 2014. ¿Cómo ve su etapa allí y en qué está ahora?

--Fue una gran experiencia. En el Madrid se entra de una manera y se sale de otra. Me fui con muchos más conocimientos y siempre le estaré agradecido. Ahora estoy dedicado a mis cosas, a mis proyectos. Y no me sobra tiempo. Estoy bien, la verdad.