Luis Milla fue un centrocampista talentoso, de pase corto, fácil y rapidez de mente que jugó en el Barcelona, en el Real Madrid y en el Valencia, clubs donde la ambición lo impregna todo. No está en duda, por tanto, su querencia natural, que ha mantenido en su libro de estilo como entrenador, asumido también en esta etapa en el Zaragoza.

Sin embargo, Milla guardó la viña en Tarragona. Priorizó la seguridad defensiva al despliegue ofensivo tras haber encajado siete goles en los dos primeros desplazamientos. El premio fue un punto, recompensa con la que se dio por satisfecho. El Zaragoza está atrevasando un tramo de calendario más sencillo que otros que vendrán. Ni el Alcorcón, ni el Nástic ni el Numancia, al que visita esta tarde, son lo que fueron el año pasado. Hoy el miedo debe abandonar la viña. Menos de siete puntos de nueve en este trecho de Liga no sería gran botín.