Por la mañana, el club colgó en su página web un vídeo promocional para motivar a que la afición acuda al encuentro del domingo contra el Granada. Detrás de ese mensaje había un tufo gafe o una lectura realista. Nunca lo sabremos. "Un millón de almas. Un solo corazón", se titula el trabajo visual, una realización donde se le otorga al hincha todo el protagonismo mientras emergen entre sombras los rostros inexpresivos u orgullosos de los jugadores. Tampoco descubriremos si los personajes mostraban altivez o mala gana frente a la cámara. Un Oscar no ganarán. Tampoco los padres de la idea se llevarán una estatuilla por imaginación creativa. Se intenta despertar la emoción y la complicidad. Hasta ese punto, sí tienen todos una nominación a los efectos especiales.

Una vez visto lo de ayer en el Sánchez Pizjuán, donde el Real Zaragoza se dejó torear como un novillo de primer año, da la impresión o acude la certeza de que el conjunto de Manolo Jiménez, que en la ruleta de la fortuna ha ganado tesoros, lo ha apostado todo al encuentro ante un rival directo pero muy lejano en la clasificación. Como si se tratara de una operación de márketing para presentar a lo grande una película de terror. El eslogan del vídeo hay que cambiarlo de inmediato. "Un millón de almas en el quirófano" habrá que poner en el cartel frente al Granada.

Ceder el latido

La afición va a entrar, una vez más, en la sala de operaciones, a pecho descubierto, con la certeza de que tendrá que ceder su latido y su espíritu a un Real Zaragoza agonizante que le ha regalado en el último mes lo que le había negado en los siete anteriores. No estará en esta película Agapito Iglesias, prototipo de cobarde perfecto. Ni falta que hace.

La Romareda será por sí misma un espectáculo. No cabe la menor duda. Hoy ya se habrá corrido un tupido velo ---por otra parte no queda otro remedio-- sobre el enésimo bochorno futbolístico. El seguidor hace tiempo que dejó de calificar al equipo, de juzgarlo, de entrar a valorar si merece o no el descenso. Tres victorias consecutivas y la posibilidad de soñar con un sueño han sido suficientes para que la grada encienda los motores de la fe aun siendo consciente de que le queda combustible para una vuelta más al circuito de la ilusión, de la utopía. Nunca del engaño.

A la vuelta de la esquina espera la victoria o el adiós virtual a Primera División. Por muchas calculadoras que se quemen para echar cuentas tras el partido, si el Granada no pierde en el Municipal, habrá que apagar las luces y bajar el telón. Y en caso de conseguir los tres puntos, al Real Zaragoza le quedará casi un mes aún de bisturís, de desfibriladores, de reclamos continuos a su gente para que le siga apoyando con otra transfusión.

Muestras de cariño

Zaragoza no se rinde. Sí podemos... Las redes sociales y Youtube han sido bombardeados durante estas semanas con súplicas, con todo tipo de muestras de cariño hacia el club y hacia unos jugadores y un entrenador a quienes les han tomado simpatía por defecto. De aquí al domingo crecerá el fervor y se contendrá la respiración. Nadie va a querer perderse esa cita, ese momento que apunta a ser el final o el principio de otro escalera infinita hacia la salvación, de un sinvivir.

Un millón de almas se dirigen al quirófano para cederle su corazón al Real Zaragoza. Sin reproches, sin cuentas pendientes salvo con Agapito Iglesias, culpable de haber llegado a esta situación límite. Un millón de almas pide el vídeo promocional del club en su página web para provocar un efecto viral y vital. Un solo corazón, el de toda la afición, será entregado en sacrificio. Y, sin embargo, detrás de esa comunión de romanticismo apenas hay pulso. En Sevilla ni se escuchó.