Cada día se convierte en una tortura para ella. Con un poco de suerte, alcanza las cuatro horas de sueño y descansa mínimamente, pero lo habitual es un rosario de dolores insoportables, una angustia que no aguanta más. La belga Marieke Vervoort (Diest, 1979) se ha quedado sin fuerzas en una admirable lucha que se acerca a su fin. La campeona paralímpica, ganadora de dos medallas en Londres-2012 y otra en Río-2016, ha dicho basta. El 2018 será su último año de vida. La eutanasia, legal en su país, le ayudará a tener una muerte digna.

Solo falta determinar la fecha, el momento para ese final que ronda por su cabeza desde hace casi una década. La exvelocista tiene, incluso, elegida a la persona que se encargará de apagar la luz. Será el doctor Wim Distelmans, el hombre que le salvó la vida en varias ocasiones, quien realizará el proceso de muerte asistida.

Vervoort sufre una tetraplejia progresiva desde los 14 años. Tiene el cuerpo paralizado hasta el pecho y su dolor se ha hecho más intenso en los últimos meses. «No soporto tanto dolor, ya no quiero sufrir más. Nunca tuve esos sentimientos, pero no puedo más. Es muy difícil, cada día me deprimo más y más», reflexionó en una entrevista con el diario inglés The Telegraph.

A sus 38 años, la exatleta belga ha confirmado que está lista para someterse a la eutanasia, legalizada en Bélgica desde el 2002. En los últimos meses los espasmos se han vuelto constantes y el sufrimiento empieza a ser inhumano. «Es una señal. Su cuerpo grita que ya no puede más», explica su neurólogo.

La campeona habló por primera vez de la eutanasia en el 2008, consciente de que llegaría el momento con «más días malos que buenos», pero siguió peleando y compitió en los Juegos Paralímpicos de Londres, donde ganó una medalla de oro y otra de plata. En Río, hace un año y medio, también logró una presea de plata en los 400 metros en silla de ruedas, donde volvió a demostrar una fuerza y coraje encomiables.

La exatleta pasó varias épocas en Lanzarote, ya que el clima de la isla le venía bien para aliviar sus dolores. El avance de la enfermedad y los problemas de visión no han borrado su sonrisa. En el hospital ha pasado las Navidades junto a su inseparable perro, el magnífico Zenn, entrenado para despertarla a lengüetazos cuando sufre ataques epilépticos.

Marieke ya ha cumplido con todos los requerimientos legales y un grupo médico ha firmado los documentos que avalan su petición. Es su derecho. La decisión difícil de su vida. Una decisión firme y meditada. La campeona belga cumplirá su deseo de una muerte digna.