Todo parecía anunciado en la etapa de ayer, salvo las caídas. En un territorio propio y común del Giro de Lombardia, la gran carrera italiana que cierra el calendario europeo cada año, con llegada siempre a la ciudad de Bérgamo, se esperaba el ataque, y si era en un descenso mejor, de Vincenzo Nibali. Se creía, como así fue, que los líderes de la general, con Tom Dumoulin a la cabeza, se jugarían la victoria, entre pequeñas cimas lombardas y ya casi con los Dolomitas en el horizonte.

Y la verdad es que este guion se cumplió en parte porque, aunque tarde y ya con poco terreno para marcar diferencias, atacó Nibali, en una jornada que al final concedió una pequeña dosis de optimismo para Quintana tras la decepción que le supuso perder segundos en lo que se podría decir, utilizando términos futbolísticos, su terreno de juego, en Oropa. Por eso, casi sin esperárselo, Quintana se vio impulsado en el esprint final entre 12 corredores que resolvió la 15ª etapa del Giro del centenario. Y sin proponérselo inicialmente el líder del Movistar cruzó la línea de meta segundo por delante de Thibaut Pinot y por detrás de Bob Jungels, muy activo en los kilómetros finales, y que recompensó a Luxemburgo con la primera victoria en el Giro tras 56 años.

Quintana recortó seis segundos a Dumoulin por la bonificación del segundo puesto, posiblemente un tiempo insignificante pensando en la victoria pero que llegó en un día en el que el colombiano se fue al suelo, sin consecuencias, en un descenso, en una curva.