Había una esperanza generalizada de que Valverde podía alcanzar una de las dos plazas del podio de París, que estaban por adjudicar, pero su contrarelejoj fue un fiasco. Sin duda hizo todo lo que pudo pero al bravo murciano le ha sobrado una semana de este Tour disputado a cara de perro por el escalafón inferior a Nibali. Es probable que esa semana de más no haya sido la última, donde el murciano se ha venido abajo, sino la primera, disputada con un nivel de exigencia impropio de la carrera. Una primera semana más dulce habría permitido ahorrar fuerzas a este buen corredor, que ya ha ganado multitud de pruebas de una semana y no pocas clásicas. Un viejo rokero, Peraud, y un neófito, Pinaut, le cortaron --con justicia-- su camino hacia el escenario de los Campos Elíseos. Quien lo tiene seguro es Nibali, a quien no le ocurrirá como a su casi paisano Pierre Brambilla (era de origen italiano) que perdió el Tour en la última etapa, en la primera edición de la posguerra (1947). Hoy veremos a todos los maillots que lideran las clasificaciones brindar con champagne en plena ruta, servido desde el coche del director de carrera. En aquella época todo era carrera hasta el velódromo del Parque de los Príncipes. Todo podía pasar en cualquier momento. Eso pensó Robic y atacó desesperadamente en la etapa final. Brambilla no encontró ayuda en su equipo y perdió el Tour. Curiosamente Robic lo ganó sin lucir ningún día el maillot amarillo. Hoy no será el caso de Nibali.