Se cerró el mercado de invierno el viernes a medianoche, en esa costumbre tan tradicional como absurda del fútbol español de dejarlo todo para cuando Europa duerme, y el Real Zaragoza agotó el plazo y únicamente cerró una incorporación. Natxo Insa, un perfil de jugador que el equipo necesitaba y que, si cumple con lo que de él se espera, oxigenará el medio del campo y muchas piernas sobrecargadas. El de Insa es un refuerzo útil: un pulmón ante la falta de aire detectada en varios de los jugadores de la zona central, la de más desgaste físico.

No es que el Zaragoza necesitara solo un centrocampista de ida y vuelta. Había y sigue habiendo otras carencias pero el club priorizó ante las complicaciones económicas y de licencias. Puso a Insa en primer lugar y tras él buscó un hombre de ataque con la esperanza de que Tato accediera a hacer un Diogo. La SAD prefería un delantero antes que un defensa a pesar de la constatada fragilidad física de varios de los centrales y de los perennes problemas con los goles recibidos. Esa sola intención es una muestra más de la preocupación con la actitud de Willian José y de la desconfianza que hay con él ahora mismo.