—Es especial para el Reus recibir al Zaragoza de Natxo, ¿no?

Claro, por todo lo que hicieron tanto él como Bernardo (Tapia). Fue histórico subir al equipo a Segunda y después la permanencia. El recibimiento será bueno y después cada uno buscará ganar.

—El Reus, con 47 puntos, está menos exigido en la tabla. Tienen la permanencia en la mano.

Tenemos la urgencia de dejar el objetivo finiquitado cuanto antes y ellos están peleando por ese playoff al que tanto les ha costado llegar. Cada uno tendrá que gestionar sus ansiedades y ambiciones. No tenemos el agua al cuello, claro está, pero cuanto antes cumplamos nos evitaremos sufrimientos imprevistos al final.

—Viendo los números del Reus en su campo, el Zaragoza no lo va a tener fácil...

Somos muy fiables aquí, ya que solo perdimos contra Lugo y Rayo en toda la temporada y no encajamos casi goles. El Zaragoza lo tendrá difícil seguro, pero también nosotros, porque ellos llevan una racha excelente fuera quitando la derrota en Vallecas. Se cruzan dos dinámicas muy buenas y a ver cuál se impone.

—Colgó las botas en el Reus el verano pasado y el club lo designó como el relevo de Natxo. ¿Cómo ha sido esa transición del césped al banquillo?

Liderar a un grupo de jugadores que muchos fueron tus compañeros fue lo más complicado pero hasta cierto punto también fue sencillo. Eran amigos, pero esa relación se paró en esta época, ahora cada uno asume su rol. En la primera charla ya les dije que marcar la línea entre amistad y trabajo era cosa de ellos, porque si la marcaba yo iba a ser más desagradable y violento. Y lo entendieron bien. 36 jornadas después no puedo contar ni un incidente por ese motivo de confianza excesiva de un lado a otro.

—¿No le dio vértigo ese salto al banquillo de un club profesional como primera experiencia?

Tenía muy claro que sería entrenador tras colgar las botas. No lo tomé con miedo, sino como una gran oportunidad. Este año ha sido un máster acelerado para mí, sobre todo en el manejo de un vestuario, pero ha ido fenomenal, no me puedo quejar.

—El aprendiz de Natxo González. ¿Le gusta que le digan eso?

No me molesta que digan que soy su aprendiz. Lo valoro mucho como técnico y persona, he trabajado a sus órdenes y he aprendido muchas cosas. Eso sí, desde que me estoy haciendo entrenador, como me digo a mí mismo este año, tengo mis matices diferentes y otros muy similares.

—¿De qué entrenador ha cogido más para su libreto?

De Natxo, por supuesto, pero también de Paco Herrera, que es un sabio del fútbol, una persona sensacional y que me llegó mucho, de Paco Jémez, aunque fuera de estilo totalmente distinto, y de Eusebio, que me enseñó mucho en la gestión de grupos. Los cuatro me han marcado.

—¿En qué son diferentes el Reus de Natxo y el de López Garai?

En la parcela defensiva y el ser un equipo equilibrado como bloque lo tenía el Reus de Natxo y lo mantiene el de Aritz. La mayor diferencia es que ofensivamente somos un equipo un pelín más atrevido o al menos de ir más a por el partido desde el inicio.

—Los números no lo dicen mucho, solo llevan 27 goles.

El año pasado tampoco se hacían muchos... Esta temporada intentamos dominar sea cual sea el rival. Antes, en el Reus sí teníamos fases en que nos sometíamos más al contrario. En el estilo no hay grandes diferencias entre ambos, aunque sí por los jugadores que se fueron y vinieron.

—¿Y en el trato con el futbolista las hay?

Sí. Natxo, por su forma de ser, exige un respeto máximo. Sabíamos que la hora y media de entrenamiento era para trabajar a tope, no te concedía respiro alguno. Mi forma de gestionar es distinta. Hay momentos en que al futbolista se le puede dar un poco de margen, abrir la mano, no entera porque estás perdido si lo haces, pero sí entender un poco situaciones distintas y personales. El haber estado en un vestuario de forma tan reciente me hace ser quizá más receptivo y cercano. Lo ideal es buscar el equilibrio, ni ser un amigo íntimo ni un sargento de hierro. Lo principal es ser justo con todos.

—Usted en el Reus era la prolongación en el campo de Natxo.

Tenía una comunicación enorme con él. Y, por mi puesto de pivote defensivo, sí tenía esa misión de llevar a cabo la voz del míster. Me hizo sentirme un poco el líder en el campo.

—¿Ha hablado con él este año?

Cuando vino a Reus de visita y en algún mensaje que nos hemos cruzado. Ni él ni yo somos personas que nos guste estar encima. Sé que lo pasó mal, pero el tiempo le dio la razón y con paciencia metió al Zaragoza arriba.

—La reacción en la segunda vuelta ha sido tremenda.

Sí y yo la esperaba, aunque no sé si tan buena. Lo que sí sabía es que con tiempo su Zaragoza iba a ser reconocible e iría hacia arriba. Otra cosa es que le dieran ese tiempo y Lalo lo hizo.

—¿Lo ve al final en el ‘playoff’?

Está reñida la pelea. El ascenso directo está muy lejos porque sobre todo Rayo y Sporting andan muy fuertes. Lo veo con opciones, está capacitado y tiene a buenos jugadores en un gran momento en este tramo final, como Borja, Eguaras, Papu, Zapater…

—¿Con quién se queda?

Con el delantero, claro. Borja, por los goles y por la sensación de peligro que genera en los rivales, les está haciendo estar arriba. Eguaras me gusta. Como pivote, yo era más defensivo y él tiene más capacidad de filtrar balones y de mirar hacia delante. Yo tenía más sacrificio defensivo que él, pero seguro que lo cogerá.

—Jugó más de 300 partidos en Segunda pero solo 6 en Primera. ¿Cuál es su meta como técnico?

De jugador saqué el máximo rendimiento a mis virtudes. Sin ser de máximo nivel, sí conseguí llegar ahí, a Primera, que era mi sueño. Como entrenador quiero alcanzar la élite y hacer una carrera aún mejor. Soy joven, no tengo prisa por crecer, pero mi ambición es llegar lejos.