Sonó rara la alineación, muy rara, y el partido le correspondió. Dijo luego Popovic que su equipo había hecho muchos méritos para ganar, que había tenido tranquilidad, control y posesión. Sonó igual de raro. Perdón, mucho más. Recordó a aquellos entrenadores que se encuentran contra las cuerdas y se distancian de la verdad para salvar el pellejo. Que se sepa, no es el caso del serbio, que debe de andar bien preocupado si se atiende a algunas decisiones, a los bandazos que ha dado en las alineaciones. Es difícil encontrar el calificativo para la de ayer. Bien está que el Zaragoza tuviese bajas, que hubiese poco donde elegir. No es muy normal alinear tres mediocentros defensivos en La Romareda ante el Llagostera y dejar a Willian José en el banquillo, por mucho que se haya dado a entender que es un bicho raro.

Que sí, que se le respeta, que juega en la misma categoría y tal, pero, en fin, no es que el Llagostera sea el rival más temible que haya pisado campo zaragocista. De hecho, ayer fue la primera vez que entró en La Romareda en toda su historia. Por ahí no hay mucho más que explicar. Y pudo perder, claro. Pero en el dislate de la segunda parte se le vio más de una vez cerca de la victoria. ¿Puede pasar? Es evidente que puede ocurrir, cualquiera tiene opciones de ganar en cualquier campo. También de empatar en La Romareda, por qué no. De ahí a tener que considerarlo normal...

La cuestión es que el asunto no es puntual. Desde el partido de Pamplona, el Zaragoza se ha caído. Se pudo aducir que la tarde de Sabadell afectó el cansancio, que la visita a Mendizorroza fue un accidente. Tras la segunda parte de ayer se debe pensar que el equipo ha perdido ciertamente el rumbo. En Vitoria jugaron Galarreta y Willian como complementos de Dorca, por explicarlo así. Ayer fueron Lolo e Insa. No hay guion, no hay virtud. Más bien desorientación.

Bien se sabe que no hay equipo para manejar los partidos con el balón, pese a que machaconamente se insistiese en aquello durante los primeros días de Popovic, por aquello también de alejarse del teórico ideario de Víctor Muñoz. Era humo. Hoy se ve bien. La realidad, así de puñetera, le ha venido a buscar al Zaragoza. Será que no tiene más y la racha fue un espejismo, será que Popovic no lo encuentra. El peligro, obviamente, es entrar en caída libre, sobre todo si el equipo se desnorta definitivamente. De momento, parece que el plan de portería a cero, robo en tres cuartos, gol y tres puntos ha pasado de moda, bien porque los rivales no lo conceden, bien porque el Zaragoza ha intentado hacer las cosas que no sabe.

También están pasando demasiadas cosas en la estratosfera del balón. No sonaron bien los dos palos de Popovic a Willian José, ni es normal el asunto de la hipotética lesión de Diego Suárez, ni se entiende ni explica (bien) la plaga de lesiones musculares, el asunto de los porteros, la recaída consentida de Jaime, el asunto de los nueves incompatibles por las tarjetas, las excusas del récord, de la euforia... En fin, hay un runrún raro. No se escucha nada de fútbol. Eso suele significar una única cosa: peligro.