Nadie hubiera dicho que los destinos de Fernando Alonso y McLaren se unirían, de nuevo, después de aquel tormentoso 2007 que acabó con la rescisión del contrato tras solo un año de imposible convivencia, descalificaciones públicas, insultos y amenazas internas, y por el medio un caso de espionaje que costó a McLaren 100 millones de euros. La del 2007 fue una unión pasional, la de una escudería mítica, un maniático patrón Ron Dennis, un piloto que llegaba de ganar dos títulos seguidos, un coche ganador (MP4/20) y un compañero debutante, Lewis Hamilton, que no tardó en demostrar que quería batirse con el español.

Siete años después de aquella tormentosa e imposible relación de amor odio (Dennis llamó a Alonso e intentó convencerle para regresar una semana después de rescindir el contrato a principios de diciembre) se ha convertido en una matrimonio de conveniencia. McLaren necesita a Honda, Honda precisa de Alonso y Alonso espera que el binomio McLaren-Honda le proporcione un coche ganador.

Ahora, el equipo de F-1 tiene una estructura en la que Dennis es secundario. El director es Eric Boullier, un francés que revolucionó Lotus algunas temporadas atrás hasta el punto de hacer optar al título al díscolo Kimi Raikkonnen. Jonathan Neale es el jefe de operaciones, mientras que el diseño aerodinámico es cosa de Peter Promodrou, uno de los cerebritos de la F-1, la mano derecha de Adrian Newey en Red Bull, y antes en McLaren, adonde ha regresado. En el proyecto quizá pueda entrar Carlos Sainz Jr como segundo o tercer piloto. También opta a titular en Toro Rosso.