Hay algo de inocencia en Naomi Osaka que desarma; una frescura transparente en su forma de hablar y en su humor adolescente, una autenticidad que es como una bendición. Hay también en el tenis de la joven de 20 años tanta fuerza, talento y consistencia como para conquistar un Grand Slam menos de seis meses después de ganar en Indian Wells su primer título. Ya a nadie se le hacen extraños los augurios de quienes la ven como futura número 1. «Si pudiera creer en mí como otra gente lo hace, creo que sería muy buena, pero es algo en lo que estoy trabajando», dice ella.

Cuando el sábado saltó a la pista Arthur Ashe para medirse a Serena Williams, cumplió el sueño de medirse a su ídolo en la final de un grande. Y no perdió. Y aunque difícilmente la final de su sueño acababa como la del sábado, entre broncas y abucheos, Osaka quiso quedarse solo con las cosas buenas.

En su anterior encuentro con la reina del tenis, en marzo en Miami, Osaka ya había ganado, pero aquel era solo el cuarto partido de Williams tras volver al circuito después de 14 meses de ausencia marcados por su maternidad y, sobre todo, por las complicaciones posparto que la pusieron al borde de la muerte. Desde entonces, la japonesa no ha dejado de escalar. Y aunque a veces flaquea en torneos pequeños, se crece en los grandes.

La jugadora más joven en el top 20 supone también un reto para la sociedad japonesa; en un país donde la homogeneidad racial y étnica es seña cultural, otras personalidades hafu (birraciales) han denunciado discriminación y la propia madre de Osaka pasó años alejada de su familia tras casarse con un haitiano y tener a sus dos hijas, Naomi y Mari. Fue el padre quien decidió que las dos, aun viviendo y entrenando en Boca Ratón (Florida), jugarían bajo la nacionalidad nipona.

Naomi Osaka entiende japonés, aunque en público no lo habla y contesta a los periodistas del país en inglés. Adora la cultura del país asiático, igual que conecta orgullosa con sus raíces haitianas. Y de momento ha sido aceptada por los medios, los patrocinadores y los fans nipones ansiosos de una estrella equivalente en el cuadro femenino a la de Kei Nishikori.