"El jugador del Real Zaragoza Pape Maly Diamanka ha sido sometido en la mañana de este lunes a una resonancia magnética nuclear en el Hospital Quirón Zaragoza en la que se ha puesto de manifiesto una rotura fibrilar en el bíceps femoral de la pierna izquierda". El escueto parte médico ofrecido ayer por el club en su web oficial no especificó cuál será el tiempo que el senegalés estará de baja, aunque es seguro que no volverá a jugar en el 2015. Una mala noticia para el futbolista, pésima para el Zaragoza (con el centrocampista en el once titular no ha perdido ningún partido) y para Popovic, al cabo el que se entiende como responsable final de correr con el riesgo de apurar la vuelta al césped del centrocampista, sobre todo de mantenerlo siendo consciente de la amenaza evidente de lesión.

El técnico tomó la determinación, además, la tarde en la que se jugaba la cabeza, y eso levanta algunas suspicacias, más cuando se trata de un entrenador que no suele forzar la reaparición de los jugadores. Al contrario, en general ha preferido ir dándoles minutos poco a poco, incluso aguantarlos semanas en el banquillo. Así, hay teorías para suponer que el entrenador prefirió pensar en su puesto antes que en el bien general y en el futuro del Real Zaragoza, por encima de los nombres, decisión que se puede entender en una situación crítica, que se considera incluso humana, pero a la que quizá alguien dentro del club debió poner coto.

Nadie se atreve a ponerle adjetivo o porcentaje al riesgo que conllevaba alinear al futbolista contra la Ponferradina. Al margen de las sensaciones que se vieron en el campo, donde se pudo detectar que Diamanka ya tenía molestias antes del descanso, hay una imagen televisiva que no ayuda en absoluto al serbio. Se vio en Aragón Televisión, justo en el camino hacia el vestuario al acabar la primera mitad. El jugador caminaba con la mano en la parte posterior del muslo izquierdo mientras se le iban acercando las personas que más pintan en su condición física. Llegó primero Roberto Cabellud, preparador físico; se acercó más tarde el médico, Honorio Martínez; por último, Vlado Grujic. Todos se preocuparon por el gesto del jugador y su rostro serio, que daba a entender su lesión. Sin embargo, salió en la segunda parte, con el músculo deshilachado como poco. Duró poco más de un minuto. El primer balón disputado lo tumbó.

Será difícil encontrar un culpable, seguramente porque no haya un responsable único. En cualquier caso, se ha entendido en diversos foros como una negligencia, ya sea médica, ya sea del entrenador. El jugador, claro está, tiene voz. Si jugó fue porque accedió a hacerlo, incluso con molestias. Más discutible es su aparición en el segundo periodo, centro del debate. Uno, dos o tres dentro del vestuario deberían haber frenado su participación tras el descanso. Pudo haber un pecado de imprudencia para asegurar un 2-0 en casa ante la Ponferradina. En unos días se verá el precio que debe pagar Popovic por aquella paremia de "pan para hoy...".