—¿Ya se ha dado cuenta de dónde se ha metido?

—Sí. Es cierto que Jesús Seba, de sobra conocido en Zaragoza, me llamó a las 8 de la mañana un día y esa noche, después de 800 kilómetros de coche, le estaba dando la mano al presidente del Mirandés. Tampoco tuve demasiado tiempo para pensármelo. Pero las situaciones vienen así y hay que cogerlas. Sabes que sales de la zona de confort y que es una experiencia que tiene sus riesgos, pero en la vida muchas veces hay que ser valiente para asumir circunstancias así.

—¿Coincidió con Seba en el Zaragoza?

—No coincidimos como compañeros, porque él es un poco más joven que yo, pero sí nos conocemos mucho. Fuimos adversarios en el campo, pero hemos tenido buena relación personal y profesional fuera.

—¿Qué se ha encontrado en Miranda?

—Un club humilde, muy estructurado, muy bien gestionado. Para una población de 35.000 habitantes, tiene un mérito tremendo que lleven cinco años seguidos en Segunda A. Es un club que, además, va creciendo poco a poco todos los años en cuanto a infraestructuras, campos de entrenamiento... Y con una gran afición. La gente de Miranda es muy del Mirandés, tiene mucho orgullo de pertenencia a su equipo y su ciudad. La situación deportiva no es sencilla, todo el año prácticamente en una situación mala. Soy el cuarto entrenador, lo cual es una barbaridad, y la autoestima de la plantilla estaba baja. Pero si todo va bien es cuando no te llaman.

—¿Cómo está el equipo?

—Perdimos en el campo del líder de penalti en el descuento en mi primer partido en el banquillo, luego ganamos al Alcorcón y el domingo caímos en Tarragona. Fue un pequeño paso atrás en nuestro objetivo. Pero no nos podemos distraer ya con esa derrota, solo pensar en que le tenemos que ganar al Zaragoza el domingo. No tenemos otra.

—Tendrá que impregnar a su equipo del espíritu que tenía en su etapa como jugador para no rendirse hasta el último minuto del último partido.

­—Si queremos estar vivos, tenemos que saber la situación en la que estamos, ser conscientes. Las balas no son muchas, aunque la parte buena es que te distraes muy poco. Solo queda trabajar muy bien durante la semana para competir como leones el domingo.

—¿En Miranda se entiende este partido casi como la última oportunidad?

—Como quedan pocas jornadas y tenemos una desventaja, ya no se pueden dejar pasar oportunidades. Los puntos tienen mucha más trascendencia para nosotros que para el Zaragoza. La victoria ante el Mallorca les ha dado tranquilidad y nosotros necesitamos ganar aunque esté enfrente el equipo de mis raíces y mi tierra.

—¿Conoce a César Láinez?

—Sí, pero me pasa un poco como con Seba. Nos conocemos a nivel personal, pero nunca hemos sido compañeros porque yo soy más mayor. Cuando jugaba yo, él me veía en La Romareda. Hemos coincidido en los medios, en la selección aragonesa también...

—Dos aragoneses frente a frente en los banquillos en el fútbol profesional no es algo habitual.

—Es verdad. Estaba Soriano en el Almería, pero cuando él estaba, no estábamos ni Láinez ni yo. Debe de ser la primera vez en mucho tiempo.

—¿Sigue teniendo entre ceja y ceja ser un gran entrenador?

—Claro. Cuando era joven quería sacar las mejores notas posibles; cuando empecé a jugar traté también de aspirar a lo máximo; y como entrenador busco lo mismo. Al final es una forma de vivir, intentando ser competitivo en cualquier faceta en la que estés.

—Llevaba ya más de tres años sin encontrar una oportunidad. ¿Tan difícil es el mundo profesional de los entrenadores?

—No es nada sencillo. La competencia es mucha y cada año van saliendo promociones nuevas de entrenadores. Es una profesión inestable, con mucha incertidumbre, pero también muy apasionante.

—Se ha metido con un toro bravo en el ruedo. Tendrá que hacer una gran faena para salir por la puerta grande.

—O puerta grande o enfermería, ya se sabe (risas).

—¿Cómo ve al Zaragoza?

—Con el cariño que siempre le tienes al equipo de tu niñez y tus raíces, el club en el que te hiciste hombre. Lo veo en una situación muy incómoda. Todos lo sabemos, no voy a descubrir nada, que la ciudad, la institución y el club son de Primera División. Pero está en Segunda y no le está resultando nada fácil volver a su sitio natural, con una situación muy lastrada por el pasado. La paciencia, claro, no es mucha. Porque tiene mucha urgencia. Su supervivencia depende de ascender pronto y este año parece que no va ser posible. Todo le va ahogando un poquito.

—Desde que ha llegado Láinez el equipo tiene otro aire. ¿Le parece así?

—Les ha venido bien el cambio, aunque es el tercer entrenador de la temporada y eso explica la inestabilidad que hay. Láinez ha sido valiente. Estaba haciendo una gran campaña en el Aragón, imagino que ya pensando en los playoffs de ascenso, y de repente tiene que coger el miura. Es verdad que el Zaragoza tiene mimbres para salir de ahí, pero hay que sacarlo y la misión no es sencilla.

—¿Lo ha visto últimamente?

—Sí. Al Zaragoza lo veo mucho siempre. Hace dos partidos, ante el Valladolid, estuve en La Romareda viéndolo en directo y había estado también poco antes de coger al Mirandés.

—¿Qué cambios le ha visto?

—Cuando te llaman en estas situaciones, lo último que debes hacer es que siga todo igual que estaba antes. El hecho de que llegue una cara nueva a los futbolistas los tiene ojo avizor las primeras semanas. Ha hecho un cambio de dibujo y le vino estupendamente la primera victoria, contundente, en Elche nada más coger al equipo. A los entrenadores, al final, nos refuerzan los resultados. Ahora ese agobio que había antes ha ido desapareciendo poco a poco.

—Parece que vaya camino de quedarse en tierra de nadie. Si gana el domingo en Miranda, se da al Zaragoza prácticamente por salvado.

—Bueno, pues que se salven un poquito más tarde. ¡Que les quedan siete partidos más! (risas). Digamos que para nosotros los puntos son mucho más trascendentes. La promoción les queda lejos, aunque la categoría es muy larga y quedan dos meses aún de competición.

—¿Se ha enfrentado alguna vez al Zaragoza como entrenador?

—No. Cuando estuve en Segunda con el Recre, el Zaragoza estaba en Primera, donde tiene que estar toda la vida. Y en Segunda B tampoco, claro. Es mi primer enfrentamiento estando en el banquillo.

—¿Sentirá una sensación muy rara en el banquillo?

—Ya lo fue de futbolista. No puedo mentir, al Zaragoza le deseo que gane todos los partidos menos el de este domingo. Espero que gane el resto, los siete últimos. Lo alentaremos todo lo que podamos, pero el domingo necesitamos ganar.

—¿Sabe que va a haber mil zaragocistas en las gradas de Anduva?

—Sí, y van a ser muy bienvenidos. Miranda es una lugar muy acogedor. Además, es el día de San Jorge y puede ser una jornada de fútbol y convivencia muy bonita.

—¿Ha hablado con su amigo Aguado para que le cuente cómo hacer daño al Zaragoza?

—Hace poco hablé con él, pero no cuenta mucho el puñetero. Me lo contará después del partido...