Javier Camacho llegó el pasado miércoles a España a las ocho y media de la mañana. Tras 38 días en el Himalaya lo primero que hizo fue recargar pilas en la preciosa primavera del Pirineo navarro. «He regresado bastante fastidiado de la garganta y de los pulmones. Dar un paseo por un hayedo de la Sierra de Aralar te oxigena mucho. El año pasado tras ascender el Lothse también lo hice y me vino muy bien. Hay flores por todos los lados, humedad porque ha llovido estos días. Merece la pena como revulsivo», dice el alpinista de Montañeros de Aragón.

Camacho salió el 16 de abril y un mes más tarde llegaba a la cima de Everest. «Ha sido un mes clavado. Fue todo muy rápido para ser una montaña tan alta. Subí para aclimatar hasta el campo II y pasé tan solo dos veces por el glaciar del Khumbu, que es muy peligroso. Este año estaba algo mejor que el año pasado, había menos muros y menos escaleras», afirma.

Es el tercer ochomil que holla este montañero residente en Pamplona tras el Cho Oyu en el 2009 y el Lothse el año pasado. Y es el cuarto aragonés que alcanza los 8.848 metros tras Pepe Garcés y Toño Ubieto el 6 de octubre de 1991, y Carlos Pauner en el 2013. De esta manera, Camacho entraba en el panteón de los ochomilistas que han alcanzado el techo de la tierra.

Camacho contó con la financiación de Olympus, que le sufragó los 30.000 euros del presupuesto de la expedición. «Llevo colaborando con ellos cuatro años. Tras hacer el Lothse les dije si me podían apoyar económicamente para hacer un reportaje de fotografía serio y moverlo después con charlas. Les pareció bien. No he tenido que gastar nada y se han hecho cargo de todo», afirma.

En el campamento base Camacho no conocía a nadie. «Iba solo y después coincidí con un alpinista de Madrid y otro de Barcelona». El ataque final a la cima lo comenzó el 12 de mayo. «Estuve poco tiempo a gran altura, pero suelo aclimatar muy bien. Tengo mucha experiencia en otros picos y he estado en el Manaslu, el Makalu y el Broad Peak y dos veces en el Cho Oyu. Me viene mejor subir rápido porque con el tiempo cojo faringitis», afirma.

Antes del ataque final sufrió una faringitis y tuvo que bajar a Lukla en helicóptero para recuperar. «Tomé antibiótico, daban una ventana de buen tiempo el 16 de mayo y tuve que salir rápido otra vez hacia el campamento base. El ataque a cima me pilló con el pie cambiado», afirma.

Tras dejarle de nuevo el helicóptero en el campamento base, Camacho ascendió el día siguiente hasta el campamento II. «Fui acompañado con un sherpa. Forcé mucho la máquina y después lo pagué», reconoce. La jornada siguiente durmió en el campamento III. «Pero no dormí en toda la noche. A medianoche se metió un sherpa en nuestra tienda porque no tenía sitio en otra». La siguiente etapa acabó en el Collado Sur, a casi 8.000 metros de altitud. «Del campo III al IV decidí ponerme oxígeno porque no iba bien. Me estaba jugando llegar a la cumbre. Llegamos a la cuatro de la tarde y a las ocho salíamos hacia la cima. La montaña estaba en buenas condiciones. Ese día salió bastante gente hacia la cima. Harían cumbre más de un centenar de personas y tuvimos que esperar bastante rato en el Escalón Hillary porque había un atasco muy grande», dice Javier Camacho.

El zaragozano llegó a la cumbre al límite. «Serían las diez de la mañana. Fueron 14 horas subiendo. Estuve como mucho 20 minutos en la cima y no disfruté nada. El día era muy bueno, pero llegué muy justo. El paisaje era espectacular». Esta vez la cima estaba dedicada a un amigo. «Tenía una pequeña presión porque se mató mi compañero de cordada diez días antes de hacer el Everest. Juan José Domínguez tuvo un accidente de escalada en una escuela de Asturias. Se la he dedicado al él».

En la bajada se quedó ciego llegando al campamento IV. «Le llamé a mi mujer y le dije que preparara algún dispositivo de emergencia para ayudarme. Además se había agotado el oxígeno. Por la noche tomé antibióticos y anti-inflamatorios y veía lo suficiente para iniciar una bajada rápida hasta el campo II», reconoce. Muestra su tristeza al no recibir ayuda de unos guías italianos. «Fue en el campamento IV. Necesitaba una medicación, les grité su nombre para que me echaran una mano y no obtuve respuesta por su parte. Pasaron de mí porque el día siguiente iban a la cumbre».

Noticia errónea

Después llegó a Aragón la noticia de que había hecho la cima sin oxígeno. Pero no era exacto. «El proyecto era hacerlo sin oxígeno. Bajando al campamento II me llamó un periodista. Apenas podía hablar, tenía muchos problemas de respiración. Hablamos tres o cuatro palabras. El no me preguntó nada y dio por supuesto que había subido sin oxígeno. Pero yo no lo había dicho y en los medios se publicó que lo había hecho sin oxígeno. Además no tengo nada que ocultar, ni soy deportista de élite y no vivo de esto. Me da igual una cosa que otra. Al día siguiente me puse en contacto con el medio y les dije que se habían equivocado. No me enfadé excesivamente porque ya no me asusto de nada», explica Javier Camacho.

Actualmente tiene 46 años y lleva 20 viviendo en Pamplona. «Con ocho años subí mi primer tresmil, los Astazu». Después ha viajado por todo el mundo. Ha estado en el Aconcagua, el Kilimanjaro, el McKinley, el Monta Blanc, el Ama Dablan, el Alpamayo y el Elbruz. Ahora no piense en su cuarto ochomil. «No me planteo nada. Pero mi idea es ir a la Antártida. Sería subir el Monte Vinson el año que viene. Es un sueño. El problema es que vale mucha pasta. Puede alcanzar unos 36.000 euros. Espero que Olympus me apoye», concluye Camacho.