Giorgi Papunashvili acude entre semana, alegre y en ocasiones un poco perezoso, a sus clases de español. Es un alumno un poco... revoltoso, más o menos como contra el Albacete, donde organizó un guateque a lo grande para el zaragocismo y para sus compañeros, que también participaron de la lluvia de confetti como protagonistas. El georgiano está peleado con el idioma, lo que dificulta la comunicación con el entrenador y sus ordenanzas, pero en el fútbol tiene su propia gramática, bastante universal si se conjuga con talento. La mediapunta --o vértice ofensivo del rombo-- había devorado esta temporada a todos sus pretendientes, incluido a Papu, pero desde hace algunos partidos el atacante de Tiflis hablaba por los codos reclamando la titularidad. Se la dio Natxo González y de paso devolvió a Guti y a Pombo al campo, junto a la legión aragonesa, que es donde deben estar, donde fueron junto a Zapater, Lasure y Delmás actores principales en la resurrección del 2018. Al Real Zaragoza, en estos momentos, hay que darle rienda suelta, no meterlo en la centrifugadora como en el encuentro de Cádiz. Así desguazó al equipo de Enrique Martín y con ese talante de guerrilleros en combustión llama ya a las puertas de la promoción de ascenso con puño de hierro.

Los tres tantos de Papunashvili, que también participó en el otro como pivote imprevisto, se elevan sobre la actuación general. Deben hacerlo. No obstante, esta victoria estuvo muy bien repartida. Como siempre, Borja Iglesias y Cristian zanjaron las posibles dudas. El delantero con una soberbia interpretación del juego y una asistencia; el portero, para evitar con dos intervenciones de magnífica factura que el desarreglado Albacete se aproximara en el marcador más de lo que lo hizo con el empate de Zozulia. Son dos colosos en constante alerta, flamígeras referencias cuando asoma algún túnel de rendimiento. Alberto Zapater también es de los de antorcha en mano. Se fue de ariete con el viento de cola y resolvió como un elegante rematador, con el exterior. Su grito, su alarido de felicidad, se fundió con el furioso de La Romareda, que se reconoce en este grupo con tanto representante de la cantera en la hierba. No era el plan cuando despegó la campaña. Ahora no hay otro que el mejor: conversar en profundo aragonés; otorgar la titularidad a quien se lo merece aunque cuando le hablen le suene a chino.

Pombo también tiene su propio lenguaje. Muy singular. Irritable en ocasiones y para enamorar en otras. Con toda su complejidad y con el honesto Toquero a años luz de su mejor forma, el zaragozano debía de aparecer para bajar el telón. Su presencia entre bastidores a estas alturas de obra carecía de sentido pese a sus picos de rendimiento. Posee un don que en esta categoría es muy difícil de hallar, la calidad aunque sea a cuentagotas. Frente al Albacete ofreció dos goles a Papu y por el camino dejó que el compromiso se le escapara por los poros. ¿Y qué decir de Lasure? El balón que filtró a su amigo Pombo para la segunda diana, cuando el partido se quería poner feo, es propio de un visionario: entre el bosque de defensas de Enrique Martín adivinó un pasadizo secreto. El que lleva a la promoción de ascenso con el idioma de las pasiones.