Serbia y Montenegro. Bosnia-Herzegobina. Belgrado. Yugoslavia. Ha pasado el tiempo, pero la memoria sigue ahí, y es difícil olvidar, es difícil dejar atrás los recuerdos, es difícil enterrar para siempre a 200.000 muertos, es difícil perdonar. Debería ser sólo un partido de fútbol, pero no lo es. Es mucho más. Es un duelo sin fronteras, una lucha entre enemigos con un sinfín de cuentas pendientes.

El futuro de España pasa por lo que suceda esta noche en el pequeño Maracaná, el estadio que un día cobijó a quienes ahora pelean entre sí. Nada queda de la Yugoslavia de Katalinski, el verdugo de la selección española en el partido de desempate para el Mundial de Alemania 74. Josip Katalinski, bosnio, no forma parte de la larga lista de invitados de la federación de su país para viajar a territorio comanche . Curiosamente, uno de sus compañeros de aquel equipo, Ilija Petkovic, estará en el banquillo dirigiendo a Serbia y Montenegro.

Yugoslavia murió hace 10 años, pero las nuevas fronteras han dejado un escenario que mantiene abiertas las heridas y en el que aún no es fácil la convivencia. "Nosotros somos probablemente el único país en que una gran parte de nuestro ciudadanos irá contra nosotros. Pero ésta es nuestra realidad", aseguraba el secretario general de la Federación de Bosnia-Herzegobina, Munib Usanovic.

Más de 1,3 millones de bosnios sobre una población de 4 millones son de origen serbio. Esa división se vivirá hoy en el estadio donde se espera la presencia de miles de bosnios. Pero no todos estarán en el mismo bando. "Jugamos con Serbia y Montenegro, no contra ella", advirtió Usanovic, apelando a los "buenos tiempos" de la antigua Yugoslavia. Pero sólo son buenos deseos. Y nadie quiere correr riesgos. Más de 1.000 policías, algunos de paisano, velarán por la seguridad de un partido de altísimo riesgo y requisarán cualquier tipo de bandera o pancarta con referencias étnicas o racistas.

El partido lleva días disputándose fuera del campo. La prensa de los dos países no ha regateado en titulares hirientes. "¿Quién es el siguiente? ¿Bosnia?", preguntaba el diario deportivo Sportski zurnal de Belgrado tras el triunfo en Lituania. La respuesta llegó rápido desde Sarajevo: "Sí, Bosnia será la siguiente. En clasificarse para el Mundial", proclamaba el diario Oslobodjenje , ironizando también sobre su rival: "Cada día hay menos serbios".

Distintas nacionalidades

Y no lo dicen por decir. Savo Milosevic y Ognjen Koroman son serbiobosnios y sus familias viven en Bosnia. En este partido, como en casi todos los que se juegan en Belgrado, los dos se hacen cargo de todos los gastos de viaje de un numeroso grupo de serbiobosnios. Zvonimir Vukic es de origen croata y Mateja Kezman, esloveno. En el otro bando hay varios croatas, entre ellos el seleccionador, Blaz Sliskovic, y también serbios, como Bajic, Grujic, Milenkovic y Grlic.

Kezman, el jugador del Atlético, fue contundente. "Que arda Belgrado, que arda Serbia, que arda Maracaná. Hay que ganar", aseguró. Y España, en medio.