El descenso de José Carlos Pauner en el Kangchenjunga, del que salió vivo de milagro, haría ricos a los más avispados productores de Hollywood. La odisea que vivió el aragonés durante los días 20 y 21 de mayo en las heladas laderas del ochomil más oriental del Himalaya, pasará a las páginas de oro de la historia del montañismo internacional. "Soy un ávido lector de libros de montaña y no recuerdo ningún momento tan dramático de nadie como el que sufrí bajando el Kanchenjunga. No creo que nadie haya implicado un esfuerzo tan grande a tanta altura. Sólo sé que llegué abajo por la fuerza que me dio pensar que pronto volvería a encontrarme con mi familia y mis hijos. No es fácil acabar conmigo", comentaba ayer el jacetano desde el Campamento Base del Kancheng, enclavado a 5.500 metros, a las 17.00 (hora nepalí) de ayer.

Pauner libró un duelo desigual con la montaña. En las primeras horas de marcha la llegó a tutear. Por momentos demostró su poderío físico y fue la cabeza de cordada en el segundo ataque a una de las cimas más difíciles del mundo. Esa confianza le pudo jugar una mala pasada, puesto que el tiempo empeoró de manera súbita y la cordada compuesta por Mario Mondinelli, Kristian Kuntner, Silvio Merelli y Carlos Pauner se perdió en la ventisca.

LA SALIDA DE LA CORDADA A las dos de la mañana del 20 de mayo y tras un día esperando a que amainara el viento, el cuartero partió del Campamento III situado a 7.600 metros de altitud. La madrugada era serana y los montañeros se lanzaron hacia el ansiado dorado . "Al principio de la ascensión me encontré pletórico y tiré del grupo durante nueve horas seguidas", explica Pauner, cuya voz se entrecorta por una tos que refleja su gran cansancio.

Los escaladores seguían la ruta suroeste, pero en plena ascensión se dieron cuenta de que habían perdido la ruta. "Nos habíamos extraviado e íbamos por una ruta más difícil de la prevista. Estábamos abriendo una nueva vía sin darnos cuenta". Los montañeros seguían subiendo relativamente tranquilos puesto que estaban muy enteros físicamente. Pero el tiempo empezó a empeorar. Se levantó el aire y bajó la niebla.

En ningún momento la cordada pensó en darse la vuelta. "Queríamos llegar a la cima para encontrar la referencia de la ruta normal del Kangcheng y descender sin problemas". Pauner empezó a notar la fatiga. "Los italianos y el suizo llegaron 20 minutos antes que yo a la cumbre. Había confiado demasiado de mis fuerzas y lo estaba acusando. Mientras ellos descendían, yo hice varias fotos, pero no se veía absolutamente nada entre las nubes", recuerda el jacetano.

El aragonés piensa que no cometieron una imprudencia al llegar tan tarde a cima. "No fue un suicidio. Era una apuesta muy fuerte, pero estábamos muy enteros durante la subida". Pero piensa que tuvieron mala suerte puesto que "el tiempo fue muy violento".

Pauner confió en bajar por la ruta normal, pero en último extremo decidió descender por el sitio por el que había subido. "La niebla me impedía ver a dos metros. La temperatura habría bajado a 30 grados bajo cero. Estaba sólo en la montaña y había perdido de vista a Silvio, Kristian y Mario".

El oscense tuvo una tremenda sangre fría en el momento más comprometido de su vida. No tenía agua, ni alimentos y llevaba tres días a más de 7.000 metros sin oxígeno. "El tramo más técnico lo salvé. Pero estaba desorientado, no paraba de nevar y ya era noche cerrada". Después decidió hacer un vivac en un corredor de hielo y nieve, a 8.100 metros de altitud.

CAIDA EN UNA GRIETA El día siguiente llegaron las emociones fuertes. "No veía nada con el ojo izquierdo. Comencé a andar a las cinco de la mañana, pero cuando llevaba dos horas de camino, me caí en una grieta de cien metros". Ese fue el peor momento en la vida de Pauner. En unas centésimas de segundo pensó que se había muerto. "Caí al vacío, me di un primer golpe, reboté en el hielo y pensé que el segundo golpe sería el definitivo", recuerda el alpinista altoaragonés. "La primera sensación que tuve era la de que me había muerto. Poco después pensé que si me había roto alguna pierna, sufriría una hipotermia al no poderme mover". Pero Pauner se resistía a morir y seguía su duelo desigual frente al Kangchenjunga. "Me levanté y me di cuenta de que tenía el cuerpo bien. Sólo perdí los guantes. Decidí seguir bajando".

El segundo vivac lo realizó Pauner encima de unos bloques de hielo y nieve, en un tramo de la montaña muy vertical. "No cabé un agujero en la nieve, ni estaba abrigado. Me recosté sobre el hielo y calculo que estaría a una altura de 7.400 metros", apunta el alpinista.

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