-Estuvo en el Real Zaragoza una sola temporada, la 84-85. ¿La recuerda?

-Fue un año difícil que se completó, digamos, de un modo particular porque cambió el presidente y la junta directiva. Al final podía haberme quedado porque tenía otro año de contrato pero no sé qué me hizo marcharme de Zaragoza. Estaba haciendo un trabajo muy, muy profundo. Y me da un poco de nostalgia porque podía haber continuado con la nueva junta. Teníamos problemas que ellos entendían, pero dejé un trabajo muy importante porque el año después el entrenador del Aragón ganó la Copa. Yo llegué a las semifinales con el Atlético de Madrid, que después fue campeón. Fue un año de mucho trabajo y después de esto mi gran jugador y amigo Pedro Herrera me preguntó si quería regresar a Zaragoza. Hubo un momento en el que pude volver al banquillo del Zaragoza pero no se dio.

-¿La gente se pensó que por ser italiano iba a ser defensivo?

—Las palabras son muchas en el mundo del fútbol. Pero el planteamiento del equipo, cómo entendía jugar, pues jugábamos con muchos delanteros, con Surjak, Corchado, Amarilla. Los españoles no creían que yo, llegado de Italia, hacía un planteamiento defensivo. No, no estaba ni en mi estilo ni en mi pensamiento.

-¿Hubo mucha diferencia entre su estilo y el de su predecesor, Beenhakker?

-Ganamos siete u ocho veces fuera de casa, victorias importantes contra el Atlético de Madrid, en Málaga, muchas victorias. Siempre en la segunda vuelta porque en la primera claro que había problemas de mentalización de los jugadores. Eran muy humildes. Costó entender que atacando se llegaba a las victorias importantes. La segunda vuelta fue muy buena, pero en la parte final Barbas tuvo que volver a Argentina con la selección absoluta para el Mundial, Herrera se lesionó, Surjak se rompió el menisco, Señor el tobillo... Al final nos quedamos prácticamente sin el medio campo y esto impidió que consiguiéramos resultados y una clasificación más importante.

-¿Mantiene contacto con alguien?

-Fueron años muy felices. Con Pedro me he telefoneado mucho, ahora ya menos. No tengo relación con nadie en Zaragoza. Es un recuerdo muy importante de mi vida profesional. Los años han pasado muy veloces. El fútbol se queda siempre igual, a veces bueno, a veces malo, pero es una cosa que atrae a mucha gente, a muchos aficionados, y sigue siempre igual. Es un deporte muy importante para la vida de todo el mundo.

-¿Cómo recuerda a la afición?

-Muy buena, buena, buena. En los primeros meses ellos también tenían esta novedad de un entrenador italiano por primera vez. Al principio me hablaban de los bólidos de Ferrari. Luego poco a poco comprendieron mi trabajo.

-¿Cómo jugaban sus equipos?

-En el fútbol actual se puede asemejar a como juega el Atlético, con jugadores distintos, pero es un estilo ganador. Teníamos a Güerri, Señor por la banda, los movimientos de Amarilla, teníamos un segundo delantero que llamaban Cholo, que no era muy importante pero sí muy inteligente. Jugábamos del mismo modo en casa y fuera. El adversario tenía que ser superior para ganarnos. Nosotros íbamos con humildad pero siempre conscientes de hacer nuestro trabajo en la cancha.

-¿Recuerda la victoria en el Bernabéu, la primera allí en la historia del club?

-Fue importante para todo el mundo, para el club también, claro. Ángel Aznar había ganado la presidencia hacía pocos días. Al final del campeonato perdimos por un gol en las semifinales de Copa contra el Atlético porque teníamos problemas con Canito, un chico que tenía problemas personales pero dio una gran contribución al equipo. Al final perdimos la concentración, tuvimos la oportunidad de llegar arriba. Pero ahí terminó mi participación en la Liga Española. Después me arrepentí porque el segundo año seguro que el club podía haberme dado la seguridad de hacer más. Tuve el dilema y me marché. Pero tengo mucho sentimiento todavía por este club. Lo sigo cuando puedo con mucho agradecimiento.

-¿Encontró mucha diferencia entre el fútbol italiano y español?

-En España en aquel momento no trabajaban muy bien físicamente. Conmigo vino uno de los preparadores físicos más importantes de Italia. Le dimos una impronta diferente al equipo. Después me sustituyó el entrenador del Aragón y aprovechó el trabajo, la manera de pensar. Creo que puse mi pequeña contribución que quedó allí.

-¿Cambió la preparación física?

-Física y de concebir el fútbol también, en la función ofensiva, en un modo distinto de aprovechar la situación del adversario. Fue un nuevo impulso al fútbol español en ese momento. Porque ganamos al Madrid, al Atlético, al Gijón, porque los jugadores comprendieron, cambiaron su modo de pensar y de hacer fútbol.

-Le sustituyó Luis Costa.

-Sí, era el que estaba en el Aragón. Siempre estaba viendo nuestros entrenamientos, hablando conmigo y mi staff. Teníamos la idea de construir para el futuro. Costa seguía todos los entrenamientos, tomaba notas, hacíamos cenas para hablar de fútbol, del club. Fue muy inteligente porque después continuó muy bien el trabajo y ganó la Copa.

-Trabajaban muy estrechamente, entonces.

-Había buenos jugadores, estaba Villarroya, que se marchó al Madrid. Los jugadores del Aragón subían al primer equipo, era un trabajo muy coordinado con el club. La concentración de pretemporada la hicimos en Biescas y yo pedí al club que el Aragón estuviera en el mismo sitio. Por la mañana entrenábamos físicamente el primer equipo y al mediodía entrenaba el Aragón. Era la misma preparación física y técnica para los dos equipos. Durante la temporada iba a ver los partidos los sábados.

-Después volvió a Italia.

-Sí, he tenido una carrera larga en muchos banquillos de Primera y Segunda. Ahora estoy jubilado pero sigo todo el mundo del fútbol, veo la Primera División española. De la Segunda no sé nada, pero la Liga española la sigo igual que la francesa, la italiana. Porque en mi corazón el fútbol sigue siempre igual.

-¿No ha cambiado el fútbol?

-El fútbol cambia, regresa, es como el perro que se muerde la cola como se dice en Itala. La sustancia siempre es la misma, once jugadores contra once y un balón que va de un lado a otro. El que mejor lo domina y el que tiene mayor inventiva individual, que yo creo mucho en esto, puede vencer con el planteamiento adecuado.

-¿Entonces para usted es más importante la técnica que la táctica?

-Claro, van unidos, pero quien tiene más técnica tiene más fácil ganar el partido.

-¿Qué recuerda de la ciudad?

-He vuelto alguna vez de incógnito, sin decir nada de nada. La vida en Zaragoza es muy buena. Se lo digo a muchos amigos, que tiene una vida muy bonita, muy particular porque la gente tiene corazón, ganas de hacer, alegría. Este es el recuerdo que me traje conmigo.

-¿Le gustaría volver?

-Hace unos días hablaba con amigos, vamos a dar una vuelta a ver cómo está la vida en Zaragoza porque los años pasan, la mentalidad cambia. Porque una ciudad que tú no ves en varios años cambia. En todos los sitios que he entrenado, he vivido. Para mí no había distinción entre la vida cotidiana y el trabajo cotidiano. Comprender la idea, el modo de vida de la gente es muy importante, te da mucha experiencia para la vida.

-¿Le costó adaptarse?

-Cuando escuchaba a la gente me parecía estar en casa. Yo soy de Venecia y el comportamiento, el pensamiento, es muy parecido. Me parecía estar en casa. Y después he comprendido porqué. Zaragoza es Cesaraugusta, fue romana. Mi esposa también decía muchas veces, me parece estar en mi pueblo. Porque la gente se asemejaba a la nuestra. Eso nos lo hizo todo más fácil.

-¿Tuvo algún problema con el idioma?

-No porque como soy veneciano, por allí han pasado españoles durante muchos siglos. Ahora lo tengo algo olvidado pero no tuve problema porque en veneciano cena se dice cena, por ejemplo. Cuando llegué me decían, ya hablas español. Es que la base del dialecto veneciano es muy parecido, así que no tuve ningún problema. Aún recuerdo algo.

-¿Tuvo la ocasión de volver a entrenar en España?

-En 1990 Rosendo Cabezas me quiso llevar a Sevilla. Pero poco después llegó Bilardo.

-Y la oportunidad de volver al Real Zaragoza.

-Con Pedro Herrera tuve un encuentro, recuerdo perfectamente, en Viena, donde jugaba el Zaragoza un partido. Hablamos mucho y le dije que no había ningún problema. Él me quería mucho como persona y como entrenador. Pero la vida continúa y me gusta mucho ver también jugar a su hijo. Alguna vez le he dicho, juega mejor que tú. Siempre con una sonrisa, en broma.

-¿Ander se parece a su padre?

-Ahora ha llegado a la madurez como jugador completo, de cerebro. Tiene una personalidad muy importante. El modo de la carrera, del movimiento, es el mismo que el de su padre. Pero tiene mejor calidad, de fantasía, que su padre no tenía.

-¿Pedro cómo era?

-Tenía muchos recursos, simplicidad, llegaba muy bien a la fase ofensiva y combinaba muy bien con la defensiva. Estaba muy presente en todas las situaciones del campo, tenía mucho físico, mucha carrera. También buen pie, pero no mucha fantasía. Era un gran jugador agonista. Comprendía tácticamente lo que había que hacer para jugar el partido.

-Aquel Real Zaragoza tenía buenos jugadores.

-La mentalidad inicial no era muy buena, pero después de Navidad el equipo llegó a la madurez, comprendió lo que estábamos haciendo, la manera de jugar, de cómo manejar el juego, tanto fuera como en casa. Y ganamos partidos muy importantes en la segunda parte de la temporada, sobre todo fuera.

-Es decir, que el equipo comprendió sus ideas.

-Sí, comprendió, me siguió mentalmente cómo había que trabajar en el campo de manera excepcional. El de Zaragoza fue un periodo muy feliz y estoy muy agradecido de poder recordarlo.

-¿Cómo empezó a jugar?

-Estuve muchos años jugando en muchos sitios. Palermo, Génova, Údine. Mi modo de pensar el fútbol es siempre por mejorar la inteligencia para solucionar problemas inmediatos. El jugador que piensa lo que hace puede ganar incluso a equipos superiores. Si tú no tienes cabeza, cerebro para solucionar el planteamiento general, no puedes ganar a nadie. Lo demuestran los grandes equipos, que tienen jugadores que resuelven los problemas no solo tácticos sino técnicos.

-¿Siempre fue delantero?

-Sí, pero al final de mi carrera jugué también en el medio campo y atrás. Así más o menos pude formarme la idea de todos los roles, de entender el modo de jugar del delantero, del centrocampista y del defensa, de comprender mejor los problemas que se generaban en los planteamientos.

-¿Todavía le recuerdan el gol que marcó desde 77 metros?

-En Italia aún es el récord de gol más lejano. Fue en un Roma-Palermo en el Estadio Olímpico. Fue una casualidad, lo empujó el viento del Moncayo (ríe). Tuve un poquito de suerte. Pero es un hito en mi carrera, como ganarle al Madrid, algo que siempre quedará ahí y que es muy importante para mi corazón.

-En cuanto se retiró, pasó a los banquillos.

-Me retiré en Údine con 36 años y después empecé a entrenar. Desde 1980 al 84 estuve entrenando en Údine y el equipo consiguió sus objetivos. Después me contrató Ros, el mánager general del Zaragoza, Rosendo Cabezas. No sé qué es de su vida. Fue un gran directivo, un gran mánager general porque entendía el fútbol. Trabajé muy bien con él. Me preguntó para ir a Zaragoza y como soy un poco gitano dije, bien, una aventura en España, una tierra muy importante para el fútbol. Lo último que hice fue en Trieste como directivo, estuve cinco o seis años.