En un año natural al frente del Real Zaragoza, Ranko Popovic ha sumado 15 victorias en 42 jornadas. Ese es el dato escalofriante. A pesar de ese bagaje sigue siendo el entrenador del equipo, para el que en Lugo encontró un plan que funcionó unas cuantas jornadas y con el que ha ido tan allá que ahora no encuentra el camino de regreso. La apuesta solo por defender, defender y defender fue tan estricta, sin ese equilibrio tan necesario para cuando vengan mal dadas, que siempre vienen, que cuando el Zaragoza ha necesitado otras cosas (alma, más juego, elaboración, más verticalidad, más llegadas, más ocasiones, que apenas se generan, y más goles, que ni siquiera hay oportunidad de hacerlos), no está sabiendo cómo dar con ellas.

El técnico siempre es el responsable en las alegrías y en las desgracias. Sobre él cae el peso de los halagos en épocas felices y todo el peso emocional de la ley si los resultados son negativos. Así es también en este Zaragoza, en el que hay que extender la carga de culpabilidad hasta los jugadores fichados para marcar diferencias que no lo están haciendo. Hinestroza, Pedro, Ángel o Aria, por ejemplo, cada cual por sus razones y en algunos casos con sus enredos subterráneos. Muchos jugadores por debajo de su nivel. Responsabilidad propia y, cuando hay tantos tan mal, del técnico, hacia el que la pelota siempre vuelve.