Lo que mal empezó, mal tenía que acabar. Con Agapito Iglesias al mando de la propiedad, el Zaragoza ha acumulado en los últimos años todo tipo de deshonras, esperpentos y extravagancias económicas, institucionales y deportivas. Ha vivido situaciones de toda clase, grotescas especialmente, hasta llegar al punto presente en el que está experimentando la penúltima voluntad del soriano.

Una SAD descabezada, en la que nadie manda, nadie planifica, nadie construye, en la que todos se dejan llevar por el plácido viento del este. Nadie mueve ahora al Zaragoza, que camina por inercia y sin remisión hacia un futuro incierto, con montañas de deudas e inquietantes amenazas. La situación es burlesca. La daremos por bien empleada si Agapito ejecuta su última voluntad: irse para siempre, aunque eso no lo creeremos hasta que no lo veamos. Que está por ver...