Regino Hernández es todo un personaje que, más que esconderse detrás de una barba y bajo una coleta, destaca precisamente por su personalidad. Crecido deportivamente a la sombra de su amigo, el donostiarra Lucas Eguibar, ha sabido esperar su momento para saltar con toda su fuerza a las primeras páginas. Regino compitió el miércoles con un casco plateado con el ocho en número romanos en memoria de su amigo Ángel, fallecido hace tres años en Sierra Nevada practicando precisamente snowboard.

Sobre el podio elevó los dos dedos índices al cielo para recordar también a Israel Planas, el entrenador catalán que falleció a los 41 años de un infarto cerebral el pasado mes de marzo, menos de una semana después de que Regino y Lucas lograran en el Mundial de Sierra Nevada la plata en la prueba por equipos.

Así, decidido pero sentimental, con carácter pero moldeable, es el nuevo medallista español, que de muy joven descartó seguir la senda familiar para seguir otra actividad que le divertía más.

Regino Hernández nació en Ceuta el 25 de julio de 1991 (tiene 26 años), y a los pocos años se trasladó a Mijas (Málaga) siguiendo a sus padres, relacionados con el balonmano. Enseguida comenzó con la tabla de nieve (a los 4 años) y se hizo popular por su valentía al encarar saltos y baches, a pesar de alguna caída de gravedad. Su pasión acrobática le llevó a los saltos de freestyle, una modalidad que le dio una habilidad que le sirvió de mucho en el trazado de ayer.

Regino posee una gran personalidad. No quiere que le toquen su barba, que le ha costado tantos años cultivar. «No me la voy a quitar aunque gane una medalla», había dicho hace días en Corea. «Antes me corto los cojones que quitarme la barba», añadió.